Breve Biografía inútil

Arístides H. Consomé, nació circa ppios del inicio del siglo XX en pleno estío de alguna zona incierta del país. De niño cultivó el arte de la oratoria y algunos porotos en germinadores escolares. Joven aún, partió a la ansiada Metrópolis en busca de estudios superiores y minas. Accedió a los más altos niveles universitarios, sobre todo cuando sesteaba en la terraza del Rectorado.




Con entrega y otros condiscípulos, recibió finalmente la Licenciatura en Recursos de los Humanos en 1962, logro que festejó en la ciudad de La Plata conjuntamente con los hinchas de Gimnasia y Esgrima que habían obtenido el tercer puesto en el campeonato Oficial de Fútbol de Primera A.




La cátedra, la investigación, la palestra, la imprenta y el debate no lo tuvieron como actor destacado y enérgico. Su voz, nunca tan necesaria en la hora argentina de la desesperanza y el desasosiego, tiene hoy particular brillo, ritmo y esplendor si no por su verdad al menos por su apariencia,




Estas son algunas de las reflexiones y enseñanzas que el Licenciado ofrece a los desafortunados lectores

lunes, 7 de marzo de 2011

UN CURSO DE VERANO…
El Licenciado Arístides Consomé tuvo una prolífica actividad a lo largo de su extensa vida, pero la lucidez y la contemporaneidad del siguiente artículo, aparecido en un pasquín infecto que cuestionaba el orden social y convocaba a la anarquía, provocaron —y aún provocan profunda controversia entre sus casuistas y hermeneutas—. No hay prácticamente piezas del Licenciado que analicen cuestiones del siglo XXI, y dada su avanzada edad es prácticamente improbable asignarle autoría a este breve texto, pero lo cierto e incontrastable por ahora es que entre sus gruesos bibliorato surgió un manuscrito cuya letra fue analizada por peritos calígrafos y perritos grafólogos que no pudieron desmentir ni negar la pertenencia al Licenciado Arístides Consomé. ¿Será de Dios que el Licenciado escribiera aun desde su sepulcro para proseguir en su tarea de echar luz sobre los ojos enceguecidos de la humanidad?

E
l Director de este panfleto no tuvo mejor idea —en vez de pagarme el aguinaldo— que mandarme a hacer un curso de capacitación, ¡en pleno enero! Ahí fui: Instituto Superior de Perfeccionamiento Humano, curso “La psicología aplicada a la vida”. Imagínese Ud., señor lector, lo que fue atravesar las calles de la ciudad a las tres de la tarde… Pero asumiendo mi abnegada cuota de entrega y sacrificio en pro del progreso y desarrollo de la Humanidad Occidental y Cristiana, ahí estuve las seis clases tomando mis apuntes. Hubo lecciones de todo tipo y para todos los gustos con asignaturas como: Psicología transversal, Lingüística cognitiva y de la otra, Propedéutica epistemológica y dispepsia, Virulencia social y televisión argentina, Metalurgia y herrería… En fin, una amplia variedad, de la cual hice mi síntesis personal y ofrezco aquí mi primer producto intelectual: un resumen de mi trabajo práctico final (aprobado por supuesto):

EL “DIUS” (DISPOSITIVO INTRAUTÓPICO-SOCIAL) Y EL SER HUMANO
La mujer y el hombre en las cuatro décadas
Dedicado al enólogo Arjona
Ha quedado en claro que la red social está rota y que no se consigue repuesto. Antes —recuerdo cuando niño— la familia sacaba la mesa a la vereda y allí cenaba buscando el refresco nocturno con total tranquilidad y familiaridad sociales. Durante la sobremesa entreverada de los mayores, los culillos jugaban de esquina a esquina hasta que las velas no ardían.
No había necesidad de pedirle una mano al vecino porque se descontaba que uno ya la tenía asegurada. Esta primera etapa de mi Lucubración Lujosa de hoy podría bautizarse con el nombre de una antigua conducta, ya extinguida desde hace años, y que en el diccionario aún figura —si bien como arcaísmo— con el extraño término de solidaridad. Según se cuenta, era común que un vecino cayera para ayudar en la melesca, un pariente se quedara el fin de semana colaborando con la instalación eléctrica, un amigo arrimara unos pesos para engordar el presupuesto exiguo… En fin, cosas que dicen. Es la época de las expresiones: amigazo, cumpa, gauchada, la barra (de la esquina, por ejemplo), una mano lava a la otra…, hacer una vaca, hoy por ti mañana por mí, dar una mano…
Luego ingresamos en una época caracterizada por una fuerte suba de la autoestima autónoma, independiente. El grupo y su valor le dieron paso al individuo y sus bienes. A esta segunda etapa, que se inicia levemente hacia mediados de los ´70 la podríamos bautizar con otra conducta, que no ha desaparecido como la anterior, pero que adquirió multipluralidad de formas y ha comenzado a declinar como Tarzán con gripe. Me estoy refiriendo por supuesto al individualismo, esa doctrina social que ya en los ´80 tomó perfiles singulares. Al calor del desarrollo social de la época ya la necesidad y demanda de delinear un perfil personal, propio y singular, algo que nos alejara del rebaño (a propósito: ¿conocen el chiste de la oveja cheta y el rebaño? Bueno se los cuento otra vez, porque si no el jefe me tira la bronca). Había que aprender a bailar a lo Travolta para tener estilo propio y sobresalir sobre la gilada, nacía el aerobic para moldear el cuerpo propio tan olvidado hasta ahora y de esa manera tener una silueta singular, se imponían los video-juegos (individuales, por supuesto) por sobre los de mesa (grupales, por supuesto), y sobre todo ya no importaban tanto los partidos políticos sino sus candidatos, los hombres y las (pocas) mujeres que se ofrecieran como postulantes. Es decir que el valor que antes residía en el grupo quedó ahora en el individuo. Es la época de las expresiones: el silencio es salud, no te metás, algo habrá hecho, loco, careta, transa, break dance, deme dos (1ª versión), persuadir, tirame las agujas, hacé la tuya, darse cuenta, hacete cargo…
Así las cosas hasta que llegaron los ´90 con su nueva impronta de relación social, y ahora el nombre clave para bautizar esta etapa es la conducta social conocida como el aislamiento. Intensificado el individualismo, cada uno agarró para su lado y se aisló del otro. Fuimos islas caminantes. En lugar de la radio nos calzábamos los walk-man, había que tener tu autito chico y picador, era imperioso hacer un viaje de placer (solito por supu), se imponía la filosofía del sálvese quien pueda, estaba de moda irse a vivir solo, se concretaba el negocio propio, se aspiraba a la jubilación privada, para hablarle al prójimo se divulgaban los teléfonos móviles (aunque lo tuvieras a tres metros de distancia), se promovía la desaparición de la nación, se divulgó la filosofía del zafe. Es la época de las expresiones: te conviene, nada se pierde con probar, alentemos la competencia, el que viene atrás te sopla la nuca, no podés quedarte/dejarme afuera, de qué ética me hablás?, deme dos (2ª versión), zafé justo, Fulanito la hizo bien…
Y bueno… ya estamos en el siglo XXI, por suerte tenemos otra realidad, totalmente diferente de este pasado atroz que nos tocó vivir. Ya no hay una conducta que defina la época, porque en realidad la palabra requerida expresa precisamente la ausencia de conductas: el autismo. Así es, el paso adelante que nos pedían en los ´90 lo hemos dado desde el aislamiento al aislamiento extremo, y eso está muy cerca de lo que hace el autista. Por supuesto que tiene sus ventajas: convencido de la riqueza de su mundo interior el argentino de hoy no tiene necesidad de entablar vínculo con el otro, encerrado en sí mismo y en su visión del mundo goza de una felicidad y alegría profundas, reducido su entorno a la franja de dos metros por donde transite desconoce la angustia existencial de una realidad que ofrezca tensiones, conflictos y contradicciones. Si la época de aislamiento podía graficarse con un archipiélago, donde cada isla era un argentino, ahora, en la época del autismo, la imagen sería parecida, pero sin el mar, sin el medio que podía poner en contacto una isla con otra. Ahora no hablamos por el celular, sino que mandamos mensajitos de texto, y con códigos tan personales que parecen mensajes cifrados de la segunda guerra mundial, chateamos con nombre falso y con desconocidos como para purgar la necesidad innata de comunicación, salimos de farra y en el mejor de los casos me traen a la casa pero no sé qué hice, con quién, cuándo, cómo, dónde, para qué y sobre todo ni sé quién soy hasta la tarde siguiente, adoramos a Charly pero no por su música sino porque anhelamos ver como se destruye en público. Es la época de las expresiones: mnmbbrna birra, ¡ha!, ¡berp…! je je…, drrupmm… nmmnllmjjrr jjrr jjrr, sí creshtina! Hic!, pdrrrmmm ¡pah! …la cebolla, ¡qué orto, mamá!, prendé prendé la tele que ya empezó tinelli, no boludo dejá a Susana, borráte hermano/a…
Por último no cerremos nuestra Lucubración Lujosa de hoy sin antes advertir que como este texto ha sido redactado en esta última etapa descripta es muy probable que por mi autismo no logre yo ponerla en contacto con otro, o bien esos otros merced a sus respectivos, propios y singulares autismos no descubran nunca la existencia de la misma, a pesar de tenerla frente a sus ojos.
Nos queda una cruel pregunta que hacernos, si la evolución histórica del argentino consistió en la derivación solidaridad à individualismo à aislamiento à autismo, como decía Pepe Biondi ¿qué nos deparará el destino?

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