Breve Biografía inútil

Arístides H. Consomé, nació circa ppios del inicio del siglo XX en pleno estío de alguna zona incierta del país. De niño cultivó el arte de la oratoria y algunos porotos en germinadores escolares. Joven aún, partió a la ansiada Metrópolis en busca de estudios superiores y minas. Accedió a los más altos niveles universitarios, sobre todo cuando sesteaba en la terraza del Rectorado.




Con entrega y otros condiscípulos, recibió finalmente la Licenciatura en Recursos de los Humanos en 1962, logro que festejó en la ciudad de La Plata conjuntamente con los hinchas de Gimnasia y Esgrima que habían obtenido el tercer puesto en el campeonato Oficial de Fútbol de Primera A.




La cátedra, la investigación, la palestra, la imprenta y el debate no lo tuvieron como actor destacado y enérgico. Su voz, nunca tan necesaria en la hora argentina de la desesperanza y el desasosiego, tiene hoy particular brillo, ritmo y esplendor si no por su verdad al menos por su apariencia,




Estas son algunas de las reflexiones y enseñanzas que el Licenciado ofrece a los desafortunados lectores

domingo, 5 de mayo de 2013

Los políticos de ferretería

Recuperadas en parte las obras del Lic. Arístides Consomé gracias a la ayuda pecuniaria de los amigos jesuitas de San Antonio de Padua, pudimos detectar un manuscrito sin fecha de producción, pero que no debe ser anterior a la década de 1960, en la que el Licenciado expresa una de sus teorías más brillantes y excelsas, que no ha perdido en absoluto vigencia alguna: la estrecha vinculación entre la tipología del político argentino con sustancias inertes, básicamente de uso industrial. Aquí publicamos esta lectura contramarxista, de la historia y del materialismo, que generará seguramente las polémicas epistemológicas correspondientes, toda vez que debió soportar silenciamientos y ocultamientos debido al presionante poder cultural soviético que predominó en el universo todo antes de la caída del muro de Berlín y de otras paredes menores. 


Las conductas y sobre todo los enunciados manifestados por nuestros políticos regionales nos fue llevando de a poco a la convicción de que es la ferretería el sitio de sus orígenes y no el foro cívico, la militancia conciudadana o el territorio cotidiano.
Esta tesis, cuya originalidad reclamo desde ya, queda fundamentada en un conjunto de declaraciones efectuadas por este sector de la sociedad y registradas en medios de comunicación como Radio Excélsior, Spléndid, Nacional y los diarios Noticias Gráficas, Crítica y Correo de la Tarde. En ese universo de discurso saltan a la vista, hasta para el más miope, incluido Borges, una serie de datos que permiten diferenciar las corrientes de opinión de estos individuos en zonas bien definidas —y definitorias— cuya denominación, efectuada por mí en lucubración lujosa y brillante, supera con amplitud térmica las ya caducas de izquierda/centro/derecha; empresario/trabajador/profesional; radical/peronista; civiles/ militares; revolucionarios/reformistas/reaccionarios; liberales/conservadores…
La tan interesante y nueva tipología responde a la analogía que se registra entre sustancias que por pocos centavos de la moneda nacional corriente podríamos adquirir en cualquier ferretería de barrio y las personalidades del político. Hay algo de esas sustancias que se inserta y compenetra en la carne de estos individuos de modo que a partir de la plena fusión se produce esa gran transformación que diferencia a ese político de cualquier otro mortal, o inclusive de él mismo poco antes de iniciarse esta catálisis puramente químico-orgánica.
La tipología en cuestión responde a estos parámetros:
à político corcho: no sabemos cómo hace ni de dónde saca sus facultades, o por cuál de los factores de la suerte, este tipo supera generalmente la adversidad cuando tiene la mala pata de quedar pegado a alguna desprolijidad grosera, a algún cambio de timón que lo desubica, a un cese de funciones o cualquier otro cataclismo que lo expulse del terreno de juego. Con la misma velocidad mediana del corcho que va ascendiendo del fondo cuando lo hundimos en una tina de experimentación, estos políticos van emergiendo paulatinamente, y al poco tiempo —cuando la memoria global ha reducido los efectos nacidos en los episodios generatrices— vuelven a flotar y regresan mansamente a transcurrir sus navegaciones entre las procelosas aguas del océano de la política y la civilidad. Ahora bien, si no fueren tiempos propicios para él y sea manifestación del destino que no debiera correr más esa carrera porque “la hora de la verdad ha llegado”, resulta ser el político corcho un tipo muy duro de borrar de la faz de la tierra, puesto que su condición natural le permitirá aparecer y reaparecer con intermitencias diversas a lo largo de la historia del país. Omito ejemplos para evitarles trabajo a los amigos abogados.
à político madera: como todos conocemos hay extensa variedad de maderas tanto por densidad como por estructura, e inclusive por funciones estéticas o utilitarias, lo cual asimismo sucede con este tipo de político. Por tanto, ya podremos ir concluyendo que la diferencia específica no está centrada en su dureza o maleabilidad, ni en su belleza o rusticidad, como así tampoco en su destino de adorno, decoración o pedestal. El punto de reunión de esta clase reside en su condición natural de sustancia combustible propensa a la ignición, circunstancia esencial que lleva al político madera a ir generando acciones frecuentes que acumulativamente deterioran su imagen, su obra y su trayectoria. Es decir, son los que se van quemando con lo que dicen, hacen o piensan. Y aquí también la combustibilidad de las diferentes maderas posibilita armar un sistema para estos políticos: están los que se van abrasando lentamente a lo largo de su vida política de modo que disimulan lo quemado como si fuera un estético tostado de temporada, también existen en el otro extremo de este muestrario los que se inflaman al instante y se chamuscan para toda la cosecha o tienen la suerte de contar con algún cuerpo de bomberos que les permita llegar hasta el próximo incendio, no faltan inclusive los que se combinan armoniosamente y en su medida con una piel de amianto que los aísla de toda quemazón . Las cenizas de estas leñas ciudadanas son las más volátiles de la historia critica y quedan exclusivamente para el anecdotario académico o barrial, según el porte de las mismas.
à político goma: dada la particular cualidad elástica y ultraflexible de esta sustancia nacida en el caucho, resultan ser los políticos de la oposición a los gobiernos de turno (siempre y cuando no sea un Poder Ejecutivos de facto) los más conspicuos representantes de esta categoría, aunque en rigor de la verdad científica debe decirse que a algunos les queda el hábito de por vida, de tal modo que si —en una de esas cosas arrevesadas de los itinerarios cívicos de nuestro país— este personaje que había sido opositor se transformara en oficialista proseguirá con su condición replicadora. Merced al talante de la goma, este tipo se caracteriza porque choca y rebota contra las palabras que ha salido a contradecir de modo instantáneo, cuasi automático, a veces con la rapidez de la pelotilla de tenis, a veces con la violencia de la pelota vasca. Pero lo cierto es que está allí, todo su estado latente de rebotadura listo y preparado para saltar y brincar con contundencia contra el primer paredón de palabras que considere dignas de choque. Hay algunos político goma que reúnen una serie de extraordinarias facultades oratorias, discursivas y carismáticas que son tácita o expresamente seleccionados por sus comandos en jefe para transformarse en los voceros oficiosos y cotidianos del peregrinaje cívico y ciudadano en las tremebundas arenas políticas. Según la óptica metodológica de estos análisis podría llegar a considerarse que esta clase de políticos podrían ser denominados también político resorte, aunque el tema es aún para debate académico.
à político piedra: en este caso, la tipología subraya otra modalidad de supervivencia en estos individuos, y ahora caracterizada por ese estado típicamente mineral de las rocas: la rigidez, la compactación, la firmeza, en síntesis: la dureza por antonomasia. No se puede negar que la existencia estática también señala el peculiarismo de estos objetos, por un lado, y de estos políticos, por otro. Como si fueran reales peñascos estos individuos prolongan silenciosa e inamoviblemente sus mandatos y sus funciones gubernamentales, permanecen inmutables, casi ajenos, a la realidad que los circunde, por más flagrante que esta sea. Encorsetados en su idiosincrasia resisten todo embate, todo proceso, todo cambio. Si bien la química que han operado es orgánica se hace mucho más notable su cualidad de político piedra en la dureza de su cara, esto es: son los profesionales del caradurismo. Y si bien en el habla popular van asociados caradura y sinvergüenza, aquí en honor a la verdad no podríamos asociar este segundo término con estos individuos, puesto que esos rostros hieráticos no han manifestado aún,  en toda la historia de nuestro país signo alguno que exprese o posibilite la sospecha, aunque fragmentaria, de una pizca menor de sensación personal, o estados de ánimo alguno. ¡Una piedra!
à político acero: en realidad podría ser considerado una subclase, o bien una variante próxima del caso anterior, ya que los une una esencia fundante de sus gestiones civiles: la insensibilidad. Pero no está allí el estilo específico de estos individuos, que superan notablemente al anterior en la perdurabilidad en sus sitios, cargos, funciones o delegaciones. Aquí se basa su virtud en la permanencia, superior a cualquier otra sustancia o político. Permanencia que puede tomar variados formatos y modalidades, ya que resulta un tanto más dinámico que el político de la clase anterior y por cierto, más duradero, pues la piedra —sabemos todos— se horada con la paciencia del agua o se rompe ante un impacto violento. En cambio, esta clase de individuos perdura muchísimo cabalgando entre su robustez y su agilidad, lo cual lo va llevando por variados escenarios y trabajos mientras suma años y décadas a su curriculum. Visto así, se parece al político corcho, pero la gran diferencia es que éste sufre embates varios, en cambio el político acero, y gracias a la fortaleza de su sustancia, no sólo puede neutralizarlos sin perder su estabilidad sino que además puede salir dañado quien lo intente.  Capítulo especial merecería el político de acero inoxidable, pero excede este esfuerzo lírico.
 à político plástico: aquí nuestra singular tipología intenta describir morfológicamente a una clase muy fatua de políticos, combinación de oficios, profesiones y tendencias que provienen de ámbitos extraños del mundo cívico. Esta calidad benéfica del material plástico de ofrecer brillos rutilantes, superficies fúlgidas y sedosas, pero contradictoriamente y al mismo tiempo, poco peso en lo sustancial, breve sostenimiento en el tiempo y un destino poco feliz, nos lleva a concluir que es la sustancia ideal para describir a esta clase de usuarios del espacio civil, que están allí por alguna razón muy poco clara, vinculada seguramente con la coyuntura de momento y con el grado de fama temporal que ofrezca el político plástico. Así el deporte, la canción popular, la gastronomía, los círculos profesionales y religiosos, el orbe artístico en toda su horizonte, y otros campos que existen en pro de otros destinos y otras finalidades, se transforman en usinas de figuritas, de mayor o menor colorido y simpatía espectacular, para llenar espacios disponibles que pueden ir desde las inocuas posiciones en las listas electorales hasta las peligrosas bancas del parlamento, e incluso hasta el ejecutivo.
à político cuero:  para esta tipificación hemos recurrido a este material orgánico, e inclusive zoológico no tanto por las cualidades intrínsecas de su esencia, sino más que todo por una función social de afanada trayectoria en la historia de la humanidad: un criterio utilitario: desde que se tenga memoria, todo aquel objeto valioso de fácil porte cuando debía ser trasladado se lo ha resguardado de la perdida desgraciada o de la ambición ajena en breves receptáculos de cuero. Los viejos y famosos monederos, sacos y talegos de cuero que portaban doblones, monedas, piezas de a ocho, escudos, perras gordas, maravedíes, o directamente piedras y metales preciosas y preciosos. Ahora con el predominio monopólico del papel moneda, la bolsa devino en billetera. Y hete aquí el motivo de esta denominación como político cuero: sus ojos solo tienen como destino el engrosamiento de su billetera con billetes que son generados por todos y cada uno de sus gestos. No hay tarea o esfuerzo que desarrolle que no esté directamente hermanado con la posibilidad de recibir, por derecha o por izquierda porcentajes, descuentos, coimas, gratificaciones, recompensas, subvenciones, pensiones graciables, rentas, donaciones, becas, propinas, regalos, regalías, prebendas, sobresueldos, dietas, viáticos, compensaciones, estipendios… Y la lista resulta corta frente a una de sus cualidades innatas y sobresalientes: el olfato pa’ la guita! Algunos críticos, más llevados por el juego de palabras que por el rigor científico de la morfología y la tipologización denominan a estos individuos como à político chapa.
à político oxígeno: olvidemos de entrada toda virtud vital de este elemento químico ya que esta denominación se debe exclusivamente a que este tipo de individuos al igual que el oxígeno va para donde sopla el viento. De singular porte acomodaticio y de discursos empalagosos y ambiguos, cultores ilustres del género  discursivo conocido como “sanata”, este tipo de político suele efectuar prolongados viajes por el camino de nuestra historia cívica. Y a veces en coches de primera clase, si no en camarote.[1] De todos modos, esta natural adaptación para aprovechar el impulso neumático de las atmósferas cívicas y capear desde breves brisas hasta tornados crueles, a la larga se convierte en uno de los orígenes de su propio desgaste, puesto que le resulta imposible al político oxígeno permanecer impoluto pulcro, peripuesto o lechuguino: es que las mismas revueltas, las nubes de tierra, polvo y espanto, los roces forzados por las fricciones de los meneos va desbrillando su imagen, cutis y mirada, y a la década nomás los tenemos más próximos a ser candidatos del servicio de previsión social que de las justas presidenciales.
à político tinta: es inevitable la abrupta irrupción de la nostalgia cuando se acude a este tipo de individuos, y ello es debido a que cada vez van apareciendo menos representantes en la caterva semicircular de los sillones parlamentarios (no se registran significativas apariciones de este tipo de políticos en las esferas del poder ejecutivo). Su estirpe se va extinguiendo a medida que en relación inversamente proporcional crecen otras tipologías mucho menos letradas, es que el político tinta conjugaba sabiamente sus extensas lecturas, su prodigiosa memoria y su verba inflamada. De ese crisol maravilloso nacían las fuerzas vivificantes del político orador, del esplendido discurseador, de arengas intensas y clamores vitoreantes. A tal punto el impacto en el auditorio cívico de la tarea escénica que desplegaban que la iconografía los inmortalizó precisamente en ese momento: el brazo exigiendo a lo alto enarbolado, el manojo de textos en la otra mano crispada sobre él, el mentón apuntando a un Norte de promisorio futuro y plagado de laureles. Pero… es un hecho que, como todos, los individuos de esta tipología también dejaron de leer a los clásicos y a los modernos, a románticos y tradicionales, apenas se leen los primeros cinco números de la quiniela vespertina! De esta penosa manera, el político tinta fue despareciendo progresivamente, viéndose reducido a cero el campo que alimentaba su saber. Solo podría contarse algún que otro caso aislado, de atrevidos que citan equivocada y fragmentariamente a unos asignándoles su autoría a otros, o bien, y esto es lo más luctuoso, el circulo ha quedado reducido a un conjunto de gente de leyes que sólo citan esos legales textos con sus latinajos, barbarismos coagulantes y sintaxis pedorrosa.
à político vidrio: si el caso anterior entristecía por su carencia necesaria, el presente debería llamarnos a duelo perpetuo, ya que este tipo de individuos parece que quedó extinguido desde hace decenios largos. Y es un dato muy preocupante ya que esta tipología está así denominado puesto que estos son eran aquellos que se rompen pero no se doblan. Esto es, de una concepción ética irreductible e inembargable, tan intensa y con fuerza de convicción que no había milímetro posible para un desliz, un arreglo, una falluteada. Además de esta conducta de fierro, hallable en estas épocas solamente en la revista Billiken, el político vidrio merece este apelativo por otra condición: resultan transparentes a cualquier mirada. Lloremos pues, sobre las trizas que han quedado en la pisoteada alfombra del devenir cívico nacional.

à político bronce : por último, un tipo que no se opone a ninguno de los anteriores, ya que todos desean participar de esta tipología, en última instancia poder perdurar de ese modo, estar allí como una imagen sagrada que la feligresía le rinda culto y devoción. Este tipo de individuos se siente convocado por una vocación de perdurabilidad escultórica, y lo que es peor: algunos están convencidos de han  nacido para eso y viven arriba de un pedestal imaginario pero distanciador.

martes, 26 de marzo de 2013

Apócrifas participaciones

Queda claro para cualquier seguidor de la obra del Lic. Arístides Consomé que la estampa laica que aquí publicamos nunca pudo salir del extraordinario genio del maestro. Fundamentalmente se descubre la falsedad por una cuestión cronológica  ya que parece aludirse aquí a problemáticas propias del siglo XXI, siendo que el Lic. Arístides Consomé fue un conspicuo poblador del siglo XX. 
Esta imagen se halló entre los estantes desmantelados de la alacena de la ancestral casona familiar de los Consomé y si bien se desconoce el verdadero autor, viene bien su aparición para llenar el vacío que ha provocado el embargo de los bienes del patrimonio del Lic. por viejas deudas con la Comisión de Loterias Alternativas de las filiales Avellaneda y Villa Urquiza. Se ha iniciado a instancias de su albacea y único heredero una colecta solidaria para poder rescatar tan valioso tesoro cultural. En tanto, sólo queda rogar...

lunes, 14 de noviembre de 2011

Aportes al electorado

El Licenciado Arístides Consomé desarrolló, en épocas oscuras para su supervivencia económica, la tarea de diseñador de campañas de propaganda con fines electoralistas. Poco se sabe a ciencia cierta quiénes lo contrataron y en qué épocas de la historia política se dedicó a estas ardides ardorosas. Un grupejo de precarios volantes es lo único que se se resguardó para la posteridad y el archivo gráfico nacional, y ello gracias a la circunstancia casual de haberse apolillado un viejo perramus gris en cuyo interior se hallaban escondidas, por alguna purga programática quizás, estas piezas que hoy divulgamos con la mayor de las delicias.


Como se observa, ha combinado magistralmente aquí la estética naïf con la finalidad didascálica. No quedan registros de la evolución del mencionado partido, pero sí se observó que por detrás de la calle Italia en Munro funcionaba una Sociedad Vecinal "Unión y Juventud", famosa por sus récords Guiness en maratones bailables.


Resulta evidente conclusión para el paleógrafo de turno deducir que no se regía el Licenciado Arístides Consomé por ninguna lógica filosófica, partidaria o política: sector que le abonara el canon correspondiente merecía su atención..




Inclusive imprudentemente se sumergió en las contiendas internas y externas más descarnadas del acontecer histórico de la Nación. Aún en aquellas amalgamas ecuménicas y despolarizadoras.


La falta de guiso y el desconocimiento de los códigos electoralistas lo llevaron a productos más próximos al BOOM de la ficción latinoamericana que a juntar votos de los argentinos. Todo un precursor en la derrota..





jueves, 11 de agosto de 2011

Objetos sincréticos

Hay en Parque de los Patricios, en un rincón de la Biblioteca del Parque, el sitio donde más obra ológrafa del Licenciado Arístides Consomé se ha hallado, un breve opúsculo encarpetado con algún descuido, que reza en su título de letras de molde: Objetos sincréticos. La singular denominación se aclara con rápidas ojeadas lectoras y el auxilio de imágenes complementarias de cuya autoría aún mucho no se sabe, aunque se presume allí la mano de Quinquela Martín, en ese entonces un joven deseoso de explorar otros ámbitos por fuera de la carbonería de sus padres adoptivos.
También ha quedado aclarada para la historia de la humanidad la motivación de semejante lucubración, radical y revolucionaria, y por ende, desoída. En aquel temprano viaje a Europa, que ni David Viñas pudo analizar, circa 1925, tuvo una charla, en un bodegón de quesos suizos en Ginebra (y al compás de la bebida homónima), con Theodore Wenger, un generoso parroquiano que se había hecho dueño de una fábrica de navajas y utensilios bélicos.
Entre copa y palabra, la idea de la herramienta para usos múltiples comenzó a retumbar en las privilegiadas circunvalaciones cerebrales del Licenciado Arístides Consomé, movimiento cuasi peristáltico que con tiempo y mayor meditación lo impulsó a trasladar esa experiencia tecnológica a otros objetos y a un contexto de paz. Geniales diferencias si se reflexiona al respecto. También lo motivó la moda imperante en ese entonces de construir viviendas de pequeña dimensión, con pocos sitios para los trastos usuales y tradicionales, sobre todo aquellos que —por su formación— el Licenciado Arístides Consomé interpretaba que eran infaltables en todo hogar.
De esa parafernalia epistemológica y técnica surgieron los objetos que se enumeran en el texto y de los cuales no se conoce más que estos apuntes, seguramente trastos que llevaban desde su nacimiento la maldición de la inutilidad toda vez que el motor inspirador de los mismos había sido precisamente un  arma para un ejército como el suizo que se había hecho famoso por su nula belicosidad: toda una paradoja.


Faro doméstico.
Se denomina así a un velador de pie que incorpora un reloj de amplias dimensiones en uno de sus laterales, un perchero variado en otro, un breve secretaire a mediana altura, un ventilador eléctrico en otra cara, la pertinente luz en la cima y un corto bar en la base y hasta los 80 centímetros. Queda el cuarto lateral libre para satisfacer necesidades singulares de los potenciales clientes.
Olla compleja
Muchas veces las amas de casa se exigen en espacio y tiempo para llevar adelante diferentes cocciones simultáneas que exigen recipientes exclusivos. Esta angustia culinaria ha finalizado con esta irrupción. A simple vista semeja una convencional y usual olla, pero su estructura interna se integra con cuatro compartimentos en cruz (sectores circulares que pueden ser asimétricos) donde se pueden cocinar al mismo tiempo sustancias heteróclitas: salsas, carnes, vegetales y mantener agua caliente. Hay un modelo Premium que posee en ese último compartimento un pico vertedor para favorecer el escancio.
Cociestufa multilateral
Para el ahorro de todo tipo de energía onerosa, surge este artefacto de múltiples funciones no necesariamente térmicas. Sobre la base de las viejas cocinas económicas de la campaña, se la diseña con un amplio quemador para cualquier sustancia ignífuga (papeles viejos, cartones, nylon, telas raídas, calzado en estado de abandono, etc), si se lo prefiere se puede usar exclusivamente leña; como un sistema, radial surgen de ella tuberías y conductos para tareas singualres y específicas: caldear toda la casa, ahumar carnes, secar ropas en un tender anexo, juntar ceniza para lejías, cocinar sobre una plancha de hierro u hornear en compartimento ad hoc; uno de esos tubos posee está especialmente diagramado para emitir bloques de humo con código anexo de señales básicas; a su vez, hay un suplemento metálico articulable con ingreso de agua y egreso de vapor para planchar; se anexa un mantel cobertor de lino blanco para transformarla en mesa ornamental durante la época de estío.
La T-lapicera (puede leerse ‘tlapicera’ o ‘te-lapicera’)
La complejidad de escribir documentación legal y auténtica se verá favorecida por este adminículo que reúne todo lo útil para concretar eficazmente tal misión. Es ella una lapicera aparentemente común, pero que en el extremo opuesto al de la pluma se le coloca una mina de grafito de 0.7 mm —para las líneas de borrador inesperadas— y, en el medio del canuto, en sentido perpendicular, se le anexa en un eje no mayor de 15 cm que porta goma de borrar, lentes y lacre.
La alforja de cabeza.
A partir de la base de un clásico sombrero chambergo, se amplía el paño con los dos habitáculos que posee una alforja, aunque un poco más pequeños, diseñados en concavidad de modo que permita ser portada en la cabeza. De la zona posterior, para no obstaculizar la visión, penden las llaves, el bastón o paraguas, periódico del día, monedero con cambio chico, la T-lapicera y otras menudencias.
La caldera humosa
Esta genial idea lamentablemente se la comenté en el Aeropuerto de Honolulú a John Seymour, quien inmediatamente la registró y publicó en sus libros, con el MR yanqui. Por esa razón, no puedo describirla.
Mesa botinera
Todos sabemos las molestias que ocasionan los zapatos, botines, alpargatas, botas y sandalias cuando se acumulan en un mobiliario que no los prevé. Para ello, nada mejor que esta simple mesa que ha adaptado sus sostenes: en el lugar de una pata maciza se construye una cajonera apta para botines, con la precaución de que sus cajones sean más cortos y más altos que los comunes (una torre de cajones). De esta forma, una simple mesa tendrá la posibilidad de guardar casi 20 pares a razón de cinco por torre.
El sillón-cama plegable
Otro error: se lo comenté al turco Sadima y me afanó la idea.

martes, 26 de abril de 2011

Newton mentís

Circa 1950 data este manuscrito del Licenciado Arístides Consomé, cuya publicación recién hoy alcanza dominio público. Su desconocimiento haya sido quizá la causa para que la Física y la Psicología continuaran sus avances técnicos y científicos sin tener en cuenta este planteo verdaderamente transformador del Licenciado, que propone una revolución copernicana en el mundo de la cultura occidental y cristiana. Tan es así que sus secuaces, a partir de estas ideas, han comenzado a hablar de "psicología de los objetos".

 Newton mentís
Los objetos no caen: se dejan caer; o lo que es más gráfico aún: ni bien pueden hacerlo, se tiran, se arrojan temerariamente. Daría la impresión de que, estando en reposo, las cosas inanimadas acumulan tensiones mecánicas que, una vez alterado ese estado, liberan al instante en una dinámica impensada e imprevisible.
La simple y cotidiana observación de estos fenómenos demuestra alarmantemente que el desplazamiento que trazan en esa liberación es más parecido al acontecimiento del corcho de un espumante que al de una piedra que se deja caer sin impulsos laterales.
Hace ya varios años, discutí este tema con un joven físico que está adquiriendo ahora cierto renombre, en ese entonces empleado de la Oficina de Patentes en Berna, Suiza, quien al compás de varios chops, analizaba mis observaciones a la luz de ciertas curiosas ideas suyas sobre un interjuego de espacios absolutos y espacios relativos. Poco comprendí en ese entonces, quizá por mi desconocimiento del idisch, mis limitaciones con el alemán, o por los efectos bacantes de la fermentación de la cerveza, pero al leer que se lo ha nominado para el Premio Nobel de Física y al recordar que no me desmintió en ningún punto de mi teoría, resultaría evidente que estoy en lo cierto.  
Si se coincide con estas conclusiones, estamos en condiciones de reprobar a Newton y sus tres leyes que, como toda regla o axioma consagrado por las Academias, llevaban además de su contenido pseudo-científico, la tranquilidad espiritual para el rey y sus lacayos. ¡Qué mayor calma espiritual y tranquilidad para los mortales que la confirmación, falsa y maliciosa, de que las cosas son cosas nomás y no pueden rebelarse! ¡¡Vaya coincidencia que este principio ultraconservador y conformista surgiera en plena época de pre-revoluciones y malestares sociales!!
Nos estamos refiriendo a un movimiento que no parte desde cero, sino que lleva en sí mismo y desde antes de su inicio fuerzas de diversa intensidad, según los casos y los objetos. El sinoísta que inventó el yo-yo intuía algo de esto, porque si Newton hubiera tenido razón sólo sería posible una figura del juego (ascenso/descenso del disco) y no toda esa variada gama que aprovechan la tendencia dinámica del objeto librado (paseando el perrito, la hamaca, el looping, guardado en el bolsillo, toma y daca, golpe de furca, etc.).
El frenesí de la jornada laboral y los compromisos y tareas familiares son las causantes de la inadvertencia de esta singular mecánica que estoy señalando y sobre la que estoy advirtiendo.
Pero, si con ánimo y hálito verdaderamente científico nos dedicamos a observar los sucesos de todos los días, tendríamos un vasto conjunto de datos para obtener mis mismas conclusiones:
  • Veamos, por ejemplo, el caso de la maquinita de afeitar: a quién no se le “cayó” desde la base del espejo este adminículo cortante, pero no en un breve desplazamiento hasta la misma jofaina del agua, sino en un salto olímpico de varios centímetros de modo que el artefacto finaliza, a veces hasta desarmado, en un rincón alejado dentro del baño, preferentemente detrás de otros artefactos sanitarios que dificultan su hallazgo y rescate; cuando no, en su interior. Más de una vez, hemos asistido a nuestros compromisos con el rostro mal rasurado, rogando su inadvertencia por parte de los otros, porque no hemos podido hallar la máquina…! ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • Otro caso similar ocurre con todo aquel mobiliario útil para el reposo sentado, pero especialmente son las sillas las que encabezan esta actitud cinética. No se sabe cómo, pero cuando nos ponemos de pie para interrumpir nuestra sentada, la silla que hasta hacia pocos instantes nos había sostenido dócilmente, e inclusive nos había ofrecido el placer del descanso cómodo, pega un salto vertiginoso hacia atrás, cayendo de espaldas —si las tuviera— y, agregando al fenómeno, el breve estruendo de la madera o el metal estallando contra el piso, desparramando por el mismo los objetos depositados en su respaldo: sacos, carteras, sombreros, etc. etc. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • También hemos registrado acontecimientos de la misma índole con las llaves. Especialmente las de la puerta de casas, que le suman al extraño fenómeno cualidades particularmente fastidiantes, ya que el registro de observaciones efectuadas señala con marcada tendencia cuantitativa superior la opción de apertura de regreso al domicilio que las de salida, lo cual implica que los llaveros y sus integrantes vuelan de las manos de sus propietarios muchas más veces al tener que entrar a la casa, que al salir. Este contexto de ocurrencias, se caracteriza pues por la complicación que implica la combinación de datos correspondientes: altas horas de la jornada con poca luz para la visualización, entorno más difuso y heterogéneo que en el interior (baldosas, césped, pozos, plantas, escombros, tachos de residuos, escalones…), estado psicofísico del sujeto exportador de las llaves (cansancio laboral, hambre, sueño, ansiedad por entrar, etc.). aquí podría señalarse al fenómeno en sí mismo cierta dosis de perversión en su suceso. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • Inclusive, ni siquiera las prendas de vestir escapan a las generales de esta ley, que aún no se ha escrito. Y son los gorros y sombreros quienes llevan la delantera en la promoción del hecho, muchas veces escudándose en agentes foráneos y propios del ambiente, como ráfagas presuntas o brisas instantáneas. Más de una vez hemos visto cómo saltaba al vacío y hacia atrás nuestro chambergo, creyendo que el viento lo había arrancado de nuestra mollera… Si en vez de concentrarnos en su rescate nos detuviéramos a mirar a nuestro alrededor comprobaríamos que ninguna hoja de ningún árbol se mueve, que el aire perdura estático como hielo aéreo… prueba y demostración irreversible de nuestra tesis: se disparó al vacío. De todo modos, no os aconsejo que lo experimentéis, pues un chambergo en el suelo suele ser llamativo juguete para los perros, y cuando alcancé el mío ya estaba inutilizado por las babas y mordeduras; afortunadamente, en una liquidación de Tiendas La Piedad logré reponerlo por 29,90 pesos moneda nacional. En fin, uno de esos sacrificios personales que nos impone el sacerdocio de la ciencia! ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • En fin, proseguir minuciosamente la descripción de estas acciones nunca consideradas hasta ahora sólo provocaría fatiga al lector, por ende señalemos rápidamente otras innúmeras situaciones cotidianas. Miremos qué sucede cuando en un copetín algún parroquiano desea ensartar una aceituna o cualquier otra grana varia con un palillo; detectemos qué sucede con el comportamiento de picos, martillos y mazas en las fabriles tareas y pongámonos a considerar los índices de mortandad laboral generados por su conductas, horrible y mortal en estos casos; fijémonos en cuán grácil y livianos son en sus saltos los tornillos, tuercas, clavos y arandelas que en el mismo sitio del caso anterior suelen salir de entre los dedos para jugar a las escondidas, generalmente en el peor momento y en el peor lugar. O acaso, nadie de los que esta advertencia lee fue despertado, en la noche y su silencio, por el alboroto de la caída de una biblioteca, estante o libro? Se cae, porque no pueden saltar, una pared y hasta un edificio; se cae un poste, un cartel, botellas, tablados, en fin… en nuestro país desde 1890 hasta cae la bolsa de comercio. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal?
 Como refuerzo cabría detenerse en aquellos objetos que son ajustados, apernados, aherrojados a un destino definido, y a pesar de todo resisten y rechazan la estática impuesta. Objetos con sostén, como cuadros, relojes de pared, puertas y ventanas, también se incluyen dentro de las cosas aparentemente inanimadas que desarrollan esta conducta saltarina, pero cuyas dinámicas difieren en cuanto a la estructura del propio sustentáculo. Sin viento posible, sin contacto con nuestras manos, allí están los marcos de óleos o retratos y cuadrantes horarios torcidos, en un primer intento por romper la fijación establecida. Permanentemente torcidos… por más corrección y ajuste que efectuemos estos colgantes parecen ser habitantes de un barco en su vaivén invisible. Cuando logran aflojar el clavito de apoyo, ¡zas, se cumple su deseo! Por supuesto que ventanas y puertas no pueden saltar pues sus goznes las atenazan a estructuras fijas como lo son las paredes, pero se las ingenian para efectuar movimientos desapercibidos que son producto de esta conducta móvil y acróbata, no sería la primera vez que oímos de puertas que se abren, o ventanas que se cierran de un golpe sin ningún motivo externo que lo justifique. Está visto que cada ente tiene un estilo de caída o de desplazamiento coherente con su naturaleza o con alguna cuestión que no hemos podido desentrañar por ahora, hemos hablado de salto al vacío, de desplazamiento, de inclinación, de vaivén, de desmoronamiento intenso (paredes, p. ej.) o leves (especialmente en telas y equivalentes).
Por último, es evidente que existe una voluntad maquinal que los humanos desconocían hasta hoy, y de cuyo cuidado y plan de exterminio han sido avisados en este breve tratado.



   
 

martes, 22 de marzo de 2011

Carta a Borges

Entre los ejemplares del epistolario del Licenciado Arístides Consomé existe una carta ológrafa de cuya fecha no existe información, pero que —inspirándonos en su contenido— no resulta difícil ubicar entre la segunda y tercer década del siglo XX. Lo notable de la pieza reside en su interlocutor: casi no quedan dudas de que estuvo destinada a Jorge Luis Borges en plena juventud.
Además, los aportes del filólogo Moisés Ikonicoff y de la paleógrafa Margaret Funkie Thatcher señalaron con fuerte valor de verdad la apropiación por parte de Borges de formas y contenidos para su propio coleto. No se conoce el desarrollo ulterior de este diálogo por correo, pero sí quedó confirmada la concreción del encuentro que se menciona en el final.

ESTIMADO AMIGO GEORGY:

Espero que al recibo de ésta te encuentres bien de salud, yo por aquí bien.
Habiéndome anoticiado de tu estadía en la casaquinta de Adrogué te quise enviar esta salutación fraterna desde los campos cercanos de Ministro Rivadavia, adonde veraneo en la estancia de nuestro común amigo Emilio Bernasconi, a quien recordarás seguramente de aquel paseo por los fundos  de tu tío Álvaro Melián —en la República del Uruguay—.  ¡Qué épocas aquéllas! ¡Qué manera de cebar mate tus tías y qué gracejo estilizado el de tus primas…!
Hoy como en aquella oportunidad estoy aquí, en medio de la pampa húmeda, un tanto refugiado de tanto atroz frenesí del mundo social y político que nos ahoga. ¡Demasiado agitamiento para una actividad que como la nuestra requiere de la pacífica calma y del silencio envolvente! Ese zumbido protestón y rebelde que invade nuestros espacios cotidianos, promovido por esta horda amorfa que vocifera a voz en cuello, me retumba en la caja craneana, cerca del occipital. Muchos de ésos no son más que imberbes que no han sentido el escarmiento de la ley y la justicia, y que siguen —según pude entrever— a un enigmático líder, asaltante de comisarías, identificados por arrugadas y viejas boinas blancas.
Por suerte, aquí reina la paz y el campo me invade con sus efluvios naturales y frescos. La casa está prácticamente sola, a mi disposición, y el trato que recibo por parte del mayordomo y el ama de llaves no podría ser mejor ni más completo. Afortunadamente no ha llegado aquí ese retintín de socialismos anárquicos o cosas herejes, y la peonada muestra a diario su obediencia y sumisión. ¡Nada que ver con los reclamos y las exigencias de esas desaforadas masas callejeras, que ponen en riesgo nuestra integridad y patrimonio! ¡Esta gentuza es tan insolente que se han autodenominado radicales! ¿Puedes creerlo, Georgy? He hablado con más de uno en varias oportunidades, intentando indagar el porqué de su actitud antisocial, y nada he podido concluir. Algunos no parecen malas personas, pero de todos modos están allí mezclados en esa turba vibradora. He llegado a una conclusión: ¡los radicales no son ni buenos ni malos, son incorregibles! No puedo colegir otra cosa.
Si te animas, Georgy, puedes venirte en el tílburi hasta el cruce con la calle larga donde he descubierto una de esas viejas pulperías que tanto nos atrae. Allí podríamos departir mientras saboreamos una de esas bebidas que ingiere el populacho (caña, ginebra, aguardiente…) y de paso analizamos esas extrañas psicologías. El lugar no es tan desagradable, el dueño —un vasco muy cerrado— la ha pintado hace poco siguiendo el ejemplo de la casa de gobierno. Eso sí, deberíamos ir disimuladamente armados pues por lo que me dicen suelen promoverse algunos desbarajustes de padre y señor mío.
Muy probablemente allí encontremos más datos de un interesante caso que me narraron la otra noche sobre dos hermanos que residían aquí cerca y que trabajaban de troperos hacia el oeste. Parece que ambos convivían con una sola mujer pero sin consentirlo… ¡un caso raro!: partía uno con su tropa y el otro se quedaba, disfrutando el descanso. No sé qué sucedió en esta hipocresía aceptada, pero la cuestión que todo terminó en una trágica situación de sangre. Está muy atractiva… ¿no lo crees, Georgy?
Aguardo tu respuesta amistosa y espero con entusiasmo tu visita personal para compartir algunas horas de charla.
Te abraza y queda a vuestra entera disposición:
Arístides Consomé
R.S.V.P.