- Veamos, por ejemplo, el caso de la maquinita de afeitar: a quién no se le “cayó” desde la base del espejo este adminículo cortante, pero no en un breve desplazamiento hasta la misma jofaina del agua, sino en un salto olímpico de varios centímetros de modo que el artefacto finaliza, a veces hasta desarmado, en un rincón alejado dentro del baño, preferentemente detrás de otros artefactos sanitarios que dificultan su hallazgo y rescate; cuando no, en su interior. Más de una vez, hemos asistido a nuestros compromisos con el rostro mal rasurado, rogando su inadvertencia por parte de los otros, porque no hemos podido hallar la máquina…! ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal?
- Otro caso similar ocurre con todo aquel mobiliario útil para el reposo sentado, pero especialmente son las sillas las que encabezan esta actitud cinética. No se sabe cómo, pero cuando nos ponemos de pie para interrumpir nuestra sentada, la silla que hasta hacia pocos instantes nos había sostenido dócilmente, e inclusive nos había ofrecido el placer del descanso cómodo, pega un salto vertiginoso hacia atrás, cayendo de espaldas —si las tuviera— y, agregando al fenómeno, el breve estruendo de la madera o el metal estallando contra el piso, desparramando por el mismo los objetos depositados en su respaldo: sacos, carteras, sombreros, etc. etc. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal?
- También hemos registrado acontecimientos de la misma índole con las llaves. Especialmente las de la puerta de casas, que le suman al extraño fenómeno cualidades particularmente fastidiantes, ya que el registro de observaciones efectuadas señala con marcada tendencia cuantitativa superior la opción de apertura de regreso al domicilio que las de salida, lo cual implica que los llaveros y sus integrantes vuelan de las manos de sus propietarios muchas más veces al tener que entrar a la casa, que al salir. Este contexto de ocurrencias, se caracteriza pues por la complicación que implica la combinación de datos correspondientes: altas horas de la jornada con poca luz para la visualización, entorno más difuso y heterogéneo que en el interior (baldosas, césped, pozos, plantas, escombros, tachos de residuos, escalones…), estado psicofísico del sujeto exportador de las llaves (cansancio laboral, hambre, sueño, ansiedad por entrar, etc.). aquí podría señalarse al fenómeno en sí mismo cierta dosis de perversión en su suceso. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal?
- Inclusive, ni siquiera las prendas de vestir escapan a las generales de esta ley, que aún no se ha escrito. Y son los gorros y sombreros quienes llevan la delantera en la promoción del hecho, muchas veces escudándose en agentes foráneos y propios del ambiente, como ráfagas presuntas o brisas instantáneas. Más de una vez hemos visto cómo saltaba al vacío y hacia atrás nuestro chambergo, creyendo que el viento lo había arrancado de nuestra mollera… Si en vez de concentrarnos en su rescate nos detuviéramos a mirar a nuestro alrededor comprobaríamos que ninguna hoja de ningún árbol se mueve, que el aire perdura estático como hielo aéreo… prueba y demostración irreversible de nuestra tesis: se disparó al vacío. De todo modos, no os aconsejo que lo experimentéis, pues un chambergo en el suelo suele ser llamativo juguete para los perros, y cuando alcancé el mío ya estaba inutilizado por las babas y mordeduras; afortunadamente, en una liquidación de Tiendas La Piedad logré reponerlo por 29,90 pesos moneda nacional. En fin, uno de esos sacrificios personales que nos impone el sacerdocio de la ciencia! ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal?
- En fin, proseguir minuciosamente la descripción de estas acciones nunca consideradas hasta ahora sólo provocaría fatiga al lector, por ende señalemos rápidamente otras innúmeras situaciones cotidianas. Miremos qué sucede cuando en un copetín algún parroquiano desea ensartar una aceituna o cualquier otra grana varia con un palillo; detectemos qué sucede con el comportamiento de picos, martillos y mazas en las fabriles tareas y pongámonos a considerar los índices de mortandad laboral generados por su conductas, horrible y mortal en estos casos; fijémonos en cuán grácil y livianos son en sus saltos los tornillos, tuercas, clavos y arandelas que en el mismo sitio del caso anterior suelen salir de entre los dedos para jugar a las escondidas, generalmente en el peor momento y en el peor lugar. O acaso, nadie de los que esta advertencia lee fue despertado, en la noche y su silencio, por el alboroto de la caída de una biblioteca, estante o libro? Se cae, porque no pueden saltar, una pared y hasta un edificio; se cae un poste, un cartel, botellas, tablados, en fin… en nuestro país desde 1890 hasta cae la bolsa de comercio. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal?
Por último, es evidente que existe una voluntad maquinal que los humanos desconocían hasta hoy, y de cuyo cuidado y plan de exterminio han sido avisados en este breve tratado.