Recuperadas en parte las obras del Lic. Arístides
Consomé gracias a la ayuda pecuniaria de los amigos jesuitas de San Antonio de
Padua, pudimos detectar un manuscrito sin fecha de producción, pero que no debe
ser anterior a la década de 1960, en la que el Licenciado expresa una de sus
teorías más brillantes y excelsas, que no ha perdido en absoluto vigencia
alguna: la estrecha vinculación entre la tipología del político argentino con
sustancias inertes, básicamente de uso industrial. Aquí publicamos esta lectura
contramarxista, de la historia y del materialismo, que generará seguramente las
polémicas epistemológicas correspondientes, toda vez que debió soportar
silenciamientos y ocultamientos debido al presionante poder cultural soviético que
predominó en el universo todo antes de la caída del muro de Berlín y de otras
paredes menores.
Las conductas y sobre todo los
enunciados manifestados por nuestros políticos regionales nos fue llevando de a
poco a la convicción de que es la
ferretería el sitio de sus orígenes y no el foro cívico, la militancia conciudadana
o el territorio cotidiano.
Esta tesis, cuya originalidad reclamo desde ya, queda fundamentada
en un conjunto de declaraciones efectuadas por este sector de la sociedad y
registradas en medios de comunicación como Radio Excélsior, Spléndid, Nacional y los diarios Noticias Gráficas, Crítica y Correo de la Tarde. En ese universo de
discurso saltan a la vista, hasta para el más miope, incluido Borges, una serie
de datos que permiten diferenciar las corrientes de opinión de estos individuos
en zonas bien definidas —y definitorias— cuya denominación, efectuada por mí en
lucubración lujosa y brillante, supera con amplitud térmica las ya caducas de
izquierda/centro/derecha; empresario/trabajador/profesional; radical/peronista;
civiles/ militares; revolucionarios/reformistas/reaccionarios; liberales/conservadores…
La tan interesante y nueva tipología responde a la analogía que
se registra entre sustancias que por pocos centavos de la moneda nacional corriente
podríamos adquirir en cualquier ferretería de barrio y las personalidades del
político. Hay algo de esas sustancias que se inserta y compenetra en la carne
de estos individuos de modo que a partir de la plena fusión se produce esa gran
transformación que diferencia a ese político de cualquier otro mortal, o
inclusive de él mismo poco antes de iniciarse esta catálisis puramente químico-orgánica.
La tipología en cuestión responde a estos parámetros:
à político corcho: no sabemos cómo hace ni de
dónde saca sus facultades, o por cuál de los factores de la suerte, este tipo supera
generalmente la adversidad cuando tiene la mala pata de quedar pegado a alguna desprolijidad grosera, a algún cambio de
timón que lo desubica, a un cese de funciones o cualquier otro cataclismo que
lo expulse del terreno de juego. Con la misma velocidad mediana del corcho que
va ascendiendo del fondo cuando lo hundimos en una tina de experimentación,
estos políticos van emergiendo paulatinamente, y al poco tiempo —cuando la
memoria global ha reducido los efectos nacidos en los episodios generatrices— vuelven
a flotar y regresan mansamente a
transcurrir sus navegaciones entre las procelosas aguas del océano de la
política y la civilidad. Ahora bien, si no fueren tiempos propicios para él y
sea manifestación del destino que no debiera correr más esa carrera porque “la
hora de la verdad ha llegado”, resulta ser el político corcho un tipo
muy duro de borrar de la faz de la tierra, puesto que su condición natural le
permitirá aparecer y reaparecer con intermitencias diversas a lo largo de la
historia del país. Omito ejemplos para evitarles trabajo a los amigos abogados.
à político madera: como todos conocemos hay
extensa variedad de maderas tanto por densidad como por estructura, e inclusive
por funciones estéticas o utilitarias, lo cual asimismo sucede con este tipo de
político. Por tanto, ya podremos ir concluyendo que la diferencia específica no
está centrada en su dureza o maleabilidad, ni en su belleza o rusticidad, como
así tampoco en su destino de adorno, decoración o pedestal. El punto de reunión
de esta clase reside en su condición natural de sustancia combustible propensa
a la ignición, circunstancia esencial que lleva al político madera a ir
generando acciones frecuentes que acumulativamente deterioran su imagen, su
obra y su trayectoria. Es decir, son los que se van quemando con lo que dicen, hacen o piensan. Y aquí también
la combustibilidad de las diferentes maderas posibilita armar un sistema para
estos políticos: están los que se van abrasando lentamente a lo largo de su
vida política de modo que disimulan lo quemado como si fuera un estético
tostado de temporada, también existen en el otro extremo de este muestrario los
que se inflaman al instante y se chamuscan para toda la cosecha o tienen la
suerte de contar con algún cuerpo de bomberos que les permita llegar hasta el próximo
incendio, no faltan inclusive los que se combinan armoniosamente y en su medida
con una piel de amianto que los aísla de toda quemazón . Las cenizas de estas
leñas ciudadanas son las más volátiles de la historia critica y quedan
exclusivamente para el anecdotario académico o barrial, según el porte de las
mismas.
à político goma: dada la particular cualidad
elástica y ultraflexible de esta sustancia nacida en el caucho, resultan ser
los políticos de la oposición a los gobiernos de turno (siempre y cuando no sea
un Poder Ejecutivos de facto) los más conspicuos representantes de esta
categoría, aunque en rigor de la verdad científica debe decirse que a algunos
les queda el hábito de por vida, de tal modo que si —en una de esas cosas arrevesadas
de los itinerarios cívicos de nuestro país— este personaje que había sido opositor
se transformara en oficialista proseguirá con su condición replicadora. Merced
al talante de la goma, este tipo se caracteriza porque choca y rebota contra las palabras que ha salido
a contradecir de modo instantáneo, cuasi automático, a veces con la rapidez de
la pelotilla de tenis, a veces con la violencia de la pelota vasca. Pero lo
cierto es que está allí, todo su estado latente de rebotadura listo y preparado
para saltar y brincar con contundencia contra el primer paredón de palabras que
considere dignas de choque. Hay algunos político
goma que reúnen una serie de
extraordinarias facultades oratorias, discursivas y carismáticas que son tácita
o expresamente seleccionados por sus comandos en jefe para transformarse en los
voceros oficiosos y cotidianos del peregrinaje cívico y ciudadano en las
tremebundas arenas políticas. Según la óptica metodológica de estos análisis
podría llegar a considerarse que esta clase de políticos podrían ser
denominados también político resorte, aunque el tema es aún para
debate académico.
à
político piedra: en este caso,
la tipología subraya otra modalidad de supervivencia en estos individuos, y
ahora caracterizada por ese estado típicamente mineral de las rocas: la
rigidez, la compactación, la firmeza, en síntesis: la dureza por antonomasia.
No se puede negar que la existencia estática también señala el peculiarismo de
estos objetos, por un lado, y de estos políticos, por otro. Como si fueran
reales peñascos estos individuos prolongan silenciosa e inamoviblemente sus
mandatos y sus funciones gubernamentales, permanecen inmutables, casi ajenos, a
la realidad que los circunde, por más flagrante que esta sea. Encorsetados en
su idiosincrasia resisten todo embate, todo proceso, todo cambio. Si bien la
química que han operado es orgánica se hace mucho más notable su cualidad de político piedra en la dureza
de su cara, esto es: son los profesionales del caradurismo. Y si bien en el
habla popular van asociados caradura y
sinvergüenza, aquí en honor a la
verdad no podríamos asociar este segundo término con estos individuos, puesto
que esos rostros hieráticos no han manifestado aún, en toda la historia de nuestro país signo
alguno que exprese o posibilite la sospecha, aunque fragmentaria, de una pizca
menor de sensación personal, o estados de ánimo alguno. ¡Una piedra!
à
político acero: en realidad
podría ser considerado una subclase, o bien una variante próxima del caso
anterior, ya que los une una esencia fundante de sus gestiones civiles: la
insensibilidad. Pero no está allí el estilo específico de estos individuos, que
superan notablemente al anterior en la perdurabilidad en sus sitios, cargos,
funciones o delegaciones. Aquí se basa su virtud en la permanencia, superior a
cualquier otra sustancia o político. Permanencia que puede tomar variados
formatos y modalidades, ya que resulta un tanto más dinámico que el político de
la clase anterior y por cierto, más duradero, pues la piedra —sabemos todos— se
horada con la paciencia del agua o se rompe ante un impacto violento. En
cambio, esta clase de individuos perdura muchísimo cabalgando entre su robustez
y su agilidad, lo cual lo va llevando por variados escenarios y trabajos
mientras suma años y décadas a su curriculum. Visto así, se parece al político corcho, pero la gran
diferencia es que éste sufre embates varios, en cambio el político acero, y
gracias a la fortaleza de su sustancia, no sólo puede neutralizarlos sin perder
su estabilidad sino que además puede salir dañado quien lo intente. Capítulo especial merecería el político de acero inoxidable, pero excede este esfuerzo lírico.
à
político plástico: aquí nuestra
singular tipología intenta describir morfológicamente a una clase muy fatua de
políticos, combinación de oficios, profesiones y tendencias que provienen de
ámbitos extraños del mundo cívico. Esta calidad benéfica del material plástico
de ofrecer brillos rutilantes,
superficies fúlgidas y sedosas, pero contradictoriamente y al mismo tiempo, poco
peso en lo sustancial, breve sostenimiento en el tiempo y un destino poco
feliz, nos lleva a concluir que es la sustancia ideal para describir a esta
clase de usuarios del espacio civil, que están allí por alguna razón muy poco
clara, vinculada seguramente con la coyuntura de momento y con el grado de fama
temporal que ofrezca el político plástico. Así el deporte, la
canción popular, la gastronomía, los círculos profesionales y religiosos, el
orbe artístico en toda su horizonte, y otros campos que existen en pro de otros
destinos y otras finalidades, se transforman en usinas de figuritas, de mayor o
menor colorido y simpatía espectacular, para llenar espacios disponibles que
pueden ir desde las inocuas posiciones en las listas electorales hasta las
peligrosas bancas del parlamento, e incluso hasta el ejecutivo.
à político
cuero: para esta tipificación hemos recurrido a este
material orgánico, e inclusive zoológico no tanto por las cualidades
intrínsecas de su esencia, sino más que todo por una función social de afanada trayectoria
en la historia de la humanidad: un criterio utilitario: desde que se tenga
memoria, todo aquel objeto valioso de fácil porte cuando debía ser trasladado
se lo ha resguardado de la perdida desgraciada o de la ambición ajena en breves
receptáculos de cuero. Los viejos y famosos monederos, sacos y talegos de cuero
que portaban doblones, monedas, piezas de a ocho, escudos, perras gordas, maravedíes,
o directamente piedras y metales preciosas y preciosos. Ahora con el predominio
monopólico del papel moneda, la bolsa devino en billetera. Y hete aquí el motivo de esta denominación como político cuero: sus ojos solo tienen como destino el engrosamiento de su
billetera con billetes que son generados por todos y cada uno de sus gestos. No
hay tarea o esfuerzo que desarrolle que no esté directamente hermanado con la
posibilidad de recibir, por derecha o por izquierda porcentajes, descuentos,
coimas, gratificaciones, recompensas, subvenciones, pensiones graciables, rentas,
donaciones, becas, propinas, regalos, regalías, prebendas, sobresueldos, dietas,
viáticos, compensaciones, estipendios… Y la lista resulta corta frente a una de
sus cualidades innatas y sobresalientes: el olfato pa’ la guita! Algunos
críticos, más llevados por el juego de palabras que por el rigor científico de
la morfología y la tipologización denominan a estos individuos como à político chapa.
à
político oxígeno: olvidemos de entrada toda virtud vital de este elemento químico ya que esta
denominación se debe exclusivamente a que este tipo de individuos al igual que
el oxígeno va para donde sopla el viento.
De singular porte acomodaticio y de discursos empalagosos y ambiguos, cultores ilustres
del género discursivo conocido como
“sanata”, este tipo de político suele efectuar prolongados viajes por el camino
de nuestra historia cívica. Y a veces en coches de primera clase, si no en
camarote.
De todos modos, esta natural adaptación para aprovechar el impulso neumático de
las atmósferas cívicas y capear desde breves brisas hasta tornados crueles, a
la larga se convierte en uno de los orígenes de su propio desgaste, puesto que
le resulta imposible al político oxígeno permanecer impoluto pulcro,
peripuesto o lechuguino: es que las mismas revueltas, las nubes de tierra,
polvo y espanto, los roces forzados por las fricciones de los meneos va
desbrillando su imagen, cutis y mirada, y a la década nomás los tenemos más
próximos a ser candidatos del servicio de previsión social que de las justas
presidenciales.
à
político tinta: es inevitable la
abrupta irrupción de la nostalgia cuando se acude a este tipo de individuos, y
ello es debido a que cada vez van apareciendo menos representantes en la
caterva semicircular de los sillones parlamentarios (no se registran
significativas apariciones de este tipo de políticos en las esferas del poder
ejecutivo). Su estirpe se va extinguiendo a medida que en relación inversamente
proporcional crecen otras tipologías mucho menos letradas, es que el político tinta conjugaba sabiamente sus extensas lecturas, su prodigiosa
memoria y su verba inflamada. De ese crisol maravilloso nacían las fuerzas
vivificantes del político orador, del esplendido discurseador, de arengas
intensas y clamores vitoreantes. A tal punto el impacto en el auditorio cívico
de la tarea escénica que desplegaban que la iconografía los inmortalizó
precisamente en ese momento: el brazo exigiendo a lo alto enarbolado, el manojo
de textos en la otra mano crispada sobre él, el mentón apuntando a un Norte de
promisorio futuro y plagado de laureles. Pero… es un hecho que, como todos, los
individuos de esta tipología también dejaron de leer a los clásicos y a los modernos,
a románticos y tradicionales, apenas se leen los primeros cinco números de la
quiniela vespertina! De esta penosa manera, el político tinta fue
despareciendo progresivamente, viéndose reducido a cero el campo que alimentaba
su saber. Solo podría contarse algún que otro caso aislado, de atrevidos que
citan equivocada y fragmentariamente a unos asignándoles su autoría a otros, o
bien, y esto es lo más luctuoso, el circulo ha quedado reducido a un conjunto
de gente de leyes que sólo citan esos legales textos con sus latinajos,
barbarismos coagulantes y sintaxis pedorrosa.
à político
vidrio: si el caso anterior
entristecía por su carencia necesaria, el presente debería llamarnos a duelo
perpetuo, ya que este tipo de individuos parece que quedó extinguido desde hace
decenios largos. Y es un dato muy preocupante ya que esta tipología está así
denominado puesto que estos son eran aquellos que se rompen pero no se doblan.
Esto es, de una concepción ética irreductible e inembargable, tan intensa y con
fuerza de convicción que no había milímetro posible para un desliz, un arreglo,
una falluteada. Además de esta conducta de fierro, hallable en estas épocas
solamente en la revista Billiken, el político vidrio merece este apelativo por otra condición: resultan transparentes
a cualquier mirada. Lloremos pues, sobre las trizas que han quedado en la
pisoteada alfombra del devenir cívico nacional.
à político bronce : por último, un tipo que no se opone a ninguno de
los anteriores, ya que todos desean participar de esta tipología, en última
instancia poder perdurar de ese modo, estar allí como una imagen sagrada que la
feligresía le rinda culto y devoción. Este tipo de individuos se siente
convocado por una vocación de perdurabilidad escultórica, y lo que es peor:
algunos están convencidos de han nacido
para eso y viven arriba de un pedestal imaginario pero distanciador.