Breve Biografía inútil

Arístides H. Consomé, nació circa ppios del inicio del siglo XX en pleno estío de alguna zona incierta del país. De niño cultivó el arte de la oratoria y algunos porotos en germinadores escolares. Joven aún, partió a la ansiada Metrópolis en busca de estudios superiores y minas. Accedió a los más altos niveles universitarios, sobre todo cuando sesteaba en la terraza del Rectorado.




Con entrega y otros condiscípulos, recibió finalmente la Licenciatura en Recursos de los Humanos en 1962, logro que festejó en la ciudad de La Plata conjuntamente con los hinchas de Gimnasia y Esgrima que habían obtenido el tercer puesto en el campeonato Oficial de Fútbol de Primera A.




La cátedra, la investigación, la palestra, la imprenta y el debate no lo tuvieron como actor destacado y enérgico. Su voz, nunca tan necesaria en la hora argentina de la desesperanza y el desasosiego, tiene hoy particular brillo, ritmo y esplendor si no por su verdad al menos por su apariencia,




Estas son algunas de las reflexiones y enseñanzas que el Licenciado ofrece a los desafortunados lectores

jueves, 11 de agosto de 2011

Objetos sincréticos

Hay en Parque de los Patricios, en un rincón de la Biblioteca del Parque, el sitio donde más obra ológrafa del Licenciado Arístides Consomé se ha hallado, un breve opúsculo encarpetado con algún descuido, que reza en su título de letras de molde: Objetos sincréticos. La singular denominación se aclara con rápidas ojeadas lectoras y el auxilio de imágenes complementarias de cuya autoría aún mucho no se sabe, aunque se presume allí la mano de Quinquela Martín, en ese entonces un joven deseoso de explorar otros ámbitos por fuera de la carbonería de sus padres adoptivos.
También ha quedado aclarada para la historia de la humanidad la motivación de semejante lucubración, radical y revolucionaria, y por ende, desoída. En aquel temprano viaje a Europa, que ni David Viñas pudo analizar, circa 1925, tuvo una charla, en un bodegón de quesos suizos en Ginebra (y al compás de la bebida homónima), con Theodore Wenger, un generoso parroquiano que se había hecho dueño de una fábrica de navajas y utensilios bélicos.
Entre copa y palabra, la idea de la herramienta para usos múltiples comenzó a retumbar en las privilegiadas circunvalaciones cerebrales del Licenciado Arístides Consomé, movimiento cuasi peristáltico que con tiempo y mayor meditación lo impulsó a trasladar esa experiencia tecnológica a otros objetos y a un contexto de paz. Geniales diferencias si se reflexiona al respecto. También lo motivó la moda imperante en ese entonces de construir viviendas de pequeña dimensión, con pocos sitios para los trastos usuales y tradicionales, sobre todo aquellos que —por su formación— el Licenciado Arístides Consomé interpretaba que eran infaltables en todo hogar.
De esa parafernalia epistemológica y técnica surgieron los objetos que se enumeran en el texto y de los cuales no se conoce más que estos apuntes, seguramente trastos que llevaban desde su nacimiento la maldición de la inutilidad toda vez que el motor inspirador de los mismos había sido precisamente un  arma para un ejército como el suizo que se había hecho famoso por su nula belicosidad: toda una paradoja.


Faro doméstico.
Se denomina así a un velador de pie que incorpora un reloj de amplias dimensiones en uno de sus laterales, un perchero variado en otro, un breve secretaire a mediana altura, un ventilador eléctrico en otra cara, la pertinente luz en la cima y un corto bar en la base y hasta los 80 centímetros. Queda el cuarto lateral libre para satisfacer necesidades singulares de los potenciales clientes.
Olla compleja
Muchas veces las amas de casa se exigen en espacio y tiempo para llevar adelante diferentes cocciones simultáneas que exigen recipientes exclusivos. Esta angustia culinaria ha finalizado con esta irrupción. A simple vista semeja una convencional y usual olla, pero su estructura interna se integra con cuatro compartimentos en cruz (sectores circulares que pueden ser asimétricos) donde se pueden cocinar al mismo tiempo sustancias heteróclitas: salsas, carnes, vegetales y mantener agua caliente. Hay un modelo Premium que posee en ese último compartimento un pico vertedor para favorecer el escancio.
Cociestufa multilateral
Para el ahorro de todo tipo de energía onerosa, surge este artefacto de múltiples funciones no necesariamente térmicas. Sobre la base de las viejas cocinas económicas de la campaña, se la diseña con un amplio quemador para cualquier sustancia ignífuga (papeles viejos, cartones, nylon, telas raídas, calzado en estado de abandono, etc), si se lo prefiere se puede usar exclusivamente leña; como un sistema, radial surgen de ella tuberías y conductos para tareas singualres y específicas: caldear toda la casa, ahumar carnes, secar ropas en un tender anexo, juntar ceniza para lejías, cocinar sobre una plancha de hierro u hornear en compartimento ad hoc; uno de esos tubos posee está especialmente diagramado para emitir bloques de humo con código anexo de señales básicas; a su vez, hay un suplemento metálico articulable con ingreso de agua y egreso de vapor para planchar; se anexa un mantel cobertor de lino blanco para transformarla en mesa ornamental durante la época de estío.
La T-lapicera (puede leerse ‘tlapicera’ o ‘te-lapicera’)
La complejidad de escribir documentación legal y auténtica se verá favorecida por este adminículo que reúne todo lo útil para concretar eficazmente tal misión. Es ella una lapicera aparentemente común, pero que en el extremo opuesto al de la pluma se le coloca una mina de grafito de 0.7 mm —para las líneas de borrador inesperadas— y, en el medio del canuto, en sentido perpendicular, se le anexa en un eje no mayor de 15 cm que porta goma de borrar, lentes y lacre.
La alforja de cabeza.
A partir de la base de un clásico sombrero chambergo, se amplía el paño con los dos habitáculos que posee una alforja, aunque un poco más pequeños, diseñados en concavidad de modo que permita ser portada en la cabeza. De la zona posterior, para no obstaculizar la visión, penden las llaves, el bastón o paraguas, periódico del día, monedero con cambio chico, la T-lapicera y otras menudencias.
La caldera humosa
Esta genial idea lamentablemente se la comenté en el Aeropuerto de Honolulú a John Seymour, quien inmediatamente la registró y publicó en sus libros, con el MR yanqui. Por esa razón, no puedo describirla.
Mesa botinera
Todos sabemos las molestias que ocasionan los zapatos, botines, alpargatas, botas y sandalias cuando se acumulan en un mobiliario que no los prevé. Para ello, nada mejor que esta simple mesa que ha adaptado sus sostenes: en el lugar de una pata maciza se construye una cajonera apta para botines, con la precaución de que sus cajones sean más cortos y más altos que los comunes (una torre de cajones). De esta forma, una simple mesa tendrá la posibilidad de guardar casi 20 pares a razón de cinco por torre.
El sillón-cama plegable
Otro error: se lo comenté al turco Sadima y me afanó la idea.

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