Breve Biografía inútil

Arístides H. Consomé, nació circa ppios del inicio del siglo XX en pleno estío de alguna zona incierta del país. De niño cultivó el arte de la oratoria y algunos porotos en germinadores escolares. Joven aún, partió a la ansiada Metrópolis en busca de estudios superiores y minas. Accedió a los más altos niveles universitarios, sobre todo cuando sesteaba en la terraza del Rectorado.




Con entrega y otros condiscípulos, recibió finalmente la Licenciatura en Recursos de los Humanos en 1962, logro que festejó en la ciudad de La Plata conjuntamente con los hinchas de Gimnasia y Esgrima que habían obtenido el tercer puesto en el campeonato Oficial de Fútbol de Primera A.




La cátedra, la investigación, la palestra, la imprenta y el debate no lo tuvieron como actor destacado y enérgico. Su voz, nunca tan necesaria en la hora argentina de la desesperanza y el desasosiego, tiene hoy particular brillo, ritmo y esplendor si no por su verdad al menos por su apariencia,




Estas son algunas de las reflexiones y enseñanzas que el Licenciado ofrece a los desafortunados lectores

lunes, 14 de noviembre de 2011

Aportes al electorado

El Licenciado Arístides Consomé desarrolló, en épocas oscuras para su supervivencia económica, la tarea de diseñador de campañas de propaganda con fines electoralistas. Poco se sabe a ciencia cierta quiénes lo contrataron y en qué épocas de la historia política se dedicó a estas ardides ardorosas. Un grupejo de precarios volantes es lo único que se se resguardó para la posteridad y el archivo gráfico nacional, y ello gracias a la circunstancia casual de haberse apolillado un viejo perramus gris en cuyo interior se hallaban escondidas, por alguna purga programática quizás, estas piezas que hoy divulgamos con la mayor de las delicias.


Como se observa, ha combinado magistralmente aquí la estética naïf con la finalidad didascálica. No quedan registros de la evolución del mencionado partido, pero sí se observó que por detrás de la calle Italia en Munro funcionaba una Sociedad Vecinal "Unión y Juventud", famosa por sus récords Guiness en maratones bailables.


Resulta evidente conclusión para el paleógrafo de turno deducir que no se regía el Licenciado Arístides Consomé por ninguna lógica filosófica, partidaria o política: sector que le abonara el canon correspondiente merecía su atención..




Inclusive imprudentemente se sumergió en las contiendas internas y externas más descarnadas del acontecer histórico de la Nación. Aún en aquellas amalgamas ecuménicas y despolarizadoras.


La falta de guiso y el desconocimiento de los códigos electoralistas lo llevaron a productos más próximos al BOOM de la ficción latinoamericana que a juntar votos de los argentinos. Todo un precursor en la derrota..





jueves, 11 de agosto de 2011

Objetos sincréticos

Hay en Parque de los Patricios, en un rincón de la Biblioteca del Parque, el sitio donde más obra ológrafa del Licenciado Arístides Consomé se ha hallado, un breve opúsculo encarpetado con algún descuido, que reza en su título de letras de molde: Objetos sincréticos. La singular denominación se aclara con rápidas ojeadas lectoras y el auxilio de imágenes complementarias de cuya autoría aún mucho no se sabe, aunque se presume allí la mano de Quinquela Martín, en ese entonces un joven deseoso de explorar otros ámbitos por fuera de la carbonería de sus padres adoptivos.
También ha quedado aclarada para la historia de la humanidad la motivación de semejante lucubración, radical y revolucionaria, y por ende, desoída. En aquel temprano viaje a Europa, que ni David Viñas pudo analizar, circa 1925, tuvo una charla, en un bodegón de quesos suizos en Ginebra (y al compás de la bebida homónima), con Theodore Wenger, un generoso parroquiano que se había hecho dueño de una fábrica de navajas y utensilios bélicos.
Entre copa y palabra, la idea de la herramienta para usos múltiples comenzó a retumbar en las privilegiadas circunvalaciones cerebrales del Licenciado Arístides Consomé, movimiento cuasi peristáltico que con tiempo y mayor meditación lo impulsó a trasladar esa experiencia tecnológica a otros objetos y a un contexto de paz. Geniales diferencias si se reflexiona al respecto. También lo motivó la moda imperante en ese entonces de construir viviendas de pequeña dimensión, con pocos sitios para los trastos usuales y tradicionales, sobre todo aquellos que —por su formación— el Licenciado Arístides Consomé interpretaba que eran infaltables en todo hogar.
De esa parafernalia epistemológica y técnica surgieron los objetos que se enumeran en el texto y de los cuales no se conoce más que estos apuntes, seguramente trastos que llevaban desde su nacimiento la maldición de la inutilidad toda vez que el motor inspirador de los mismos había sido precisamente un  arma para un ejército como el suizo que se había hecho famoso por su nula belicosidad: toda una paradoja.


Faro doméstico.
Se denomina así a un velador de pie que incorpora un reloj de amplias dimensiones en uno de sus laterales, un perchero variado en otro, un breve secretaire a mediana altura, un ventilador eléctrico en otra cara, la pertinente luz en la cima y un corto bar en la base y hasta los 80 centímetros. Queda el cuarto lateral libre para satisfacer necesidades singulares de los potenciales clientes.
Olla compleja
Muchas veces las amas de casa se exigen en espacio y tiempo para llevar adelante diferentes cocciones simultáneas que exigen recipientes exclusivos. Esta angustia culinaria ha finalizado con esta irrupción. A simple vista semeja una convencional y usual olla, pero su estructura interna se integra con cuatro compartimentos en cruz (sectores circulares que pueden ser asimétricos) donde se pueden cocinar al mismo tiempo sustancias heteróclitas: salsas, carnes, vegetales y mantener agua caliente. Hay un modelo Premium que posee en ese último compartimento un pico vertedor para favorecer el escancio.
Cociestufa multilateral
Para el ahorro de todo tipo de energía onerosa, surge este artefacto de múltiples funciones no necesariamente térmicas. Sobre la base de las viejas cocinas económicas de la campaña, se la diseña con un amplio quemador para cualquier sustancia ignífuga (papeles viejos, cartones, nylon, telas raídas, calzado en estado de abandono, etc), si se lo prefiere se puede usar exclusivamente leña; como un sistema, radial surgen de ella tuberías y conductos para tareas singualres y específicas: caldear toda la casa, ahumar carnes, secar ropas en un tender anexo, juntar ceniza para lejías, cocinar sobre una plancha de hierro u hornear en compartimento ad hoc; uno de esos tubos posee está especialmente diagramado para emitir bloques de humo con código anexo de señales básicas; a su vez, hay un suplemento metálico articulable con ingreso de agua y egreso de vapor para planchar; se anexa un mantel cobertor de lino blanco para transformarla en mesa ornamental durante la época de estío.
La T-lapicera (puede leerse ‘tlapicera’ o ‘te-lapicera’)
La complejidad de escribir documentación legal y auténtica se verá favorecida por este adminículo que reúne todo lo útil para concretar eficazmente tal misión. Es ella una lapicera aparentemente común, pero que en el extremo opuesto al de la pluma se le coloca una mina de grafito de 0.7 mm —para las líneas de borrador inesperadas— y, en el medio del canuto, en sentido perpendicular, se le anexa en un eje no mayor de 15 cm que porta goma de borrar, lentes y lacre.
La alforja de cabeza.
A partir de la base de un clásico sombrero chambergo, se amplía el paño con los dos habitáculos que posee una alforja, aunque un poco más pequeños, diseñados en concavidad de modo que permita ser portada en la cabeza. De la zona posterior, para no obstaculizar la visión, penden las llaves, el bastón o paraguas, periódico del día, monedero con cambio chico, la T-lapicera y otras menudencias.
La caldera humosa
Esta genial idea lamentablemente se la comenté en el Aeropuerto de Honolulú a John Seymour, quien inmediatamente la registró y publicó en sus libros, con el MR yanqui. Por esa razón, no puedo describirla.
Mesa botinera
Todos sabemos las molestias que ocasionan los zapatos, botines, alpargatas, botas y sandalias cuando se acumulan en un mobiliario que no los prevé. Para ello, nada mejor que esta simple mesa que ha adaptado sus sostenes: en el lugar de una pata maciza se construye una cajonera apta para botines, con la precaución de que sus cajones sean más cortos y más altos que los comunes (una torre de cajones). De esta forma, una simple mesa tendrá la posibilidad de guardar casi 20 pares a razón de cinco por torre.
El sillón-cama plegable
Otro error: se lo comenté al turco Sadima y me afanó la idea.

martes, 26 de abril de 2011

Newton mentís

Circa 1950 data este manuscrito del Licenciado Arístides Consomé, cuya publicación recién hoy alcanza dominio público. Su desconocimiento haya sido quizá la causa para que la Física y la Psicología continuaran sus avances técnicos y científicos sin tener en cuenta este planteo verdaderamente transformador del Licenciado, que propone una revolución copernicana en el mundo de la cultura occidental y cristiana. Tan es así que sus secuaces, a partir de estas ideas, han comenzado a hablar de "psicología de los objetos".

 Newton mentís
Los objetos no caen: se dejan caer; o lo que es más gráfico aún: ni bien pueden hacerlo, se tiran, se arrojan temerariamente. Daría la impresión de que, estando en reposo, las cosas inanimadas acumulan tensiones mecánicas que, una vez alterado ese estado, liberan al instante en una dinámica impensada e imprevisible.
La simple y cotidiana observación de estos fenómenos demuestra alarmantemente que el desplazamiento que trazan en esa liberación es más parecido al acontecimiento del corcho de un espumante que al de una piedra que se deja caer sin impulsos laterales.
Hace ya varios años, discutí este tema con un joven físico que está adquiriendo ahora cierto renombre, en ese entonces empleado de la Oficina de Patentes en Berna, Suiza, quien al compás de varios chops, analizaba mis observaciones a la luz de ciertas curiosas ideas suyas sobre un interjuego de espacios absolutos y espacios relativos. Poco comprendí en ese entonces, quizá por mi desconocimiento del idisch, mis limitaciones con el alemán, o por los efectos bacantes de la fermentación de la cerveza, pero al leer que se lo ha nominado para el Premio Nobel de Física y al recordar que no me desmintió en ningún punto de mi teoría, resultaría evidente que estoy en lo cierto.  
Si se coincide con estas conclusiones, estamos en condiciones de reprobar a Newton y sus tres leyes que, como toda regla o axioma consagrado por las Academias, llevaban además de su contenido pseudo-científico, la tranquilidad espiritual para el rey y sus lacayos. ¡Qué mayor calma espiritual y tranquilidad para los mortales que la confirmación, falsa y maliciosa, de que las cosas son cosas nomás y no pueden rebelarse! ¡¡Vaya coincidencia que este principio ultraconservador y conformista surgiera en plena época de pre-revoluciones y malestares sociales!!
Nos estamos refiriendo a un movimiento que no parte desde cero, sino que lleva en sí mismo y desde antes de su inicio fuerzas de diversa intensidad, según los casos y los objetos. El sinoísta que inventó el yo-yo intuía algo de esto, porque si Newton hubiera tenido razón sólo sería posible una figura del juego (ascenso/descenso del disco) y no toda esa variada gama que aprovechan la tendencia dinámica del objeto librado (paseando el perrito, la hamaca, el looping, guardado en el bolsillo, toma y daca, golpe de furca, etc.).
El frenesí de la jornada laboral y los compromisos y tareas familiares son las causantes de la inadvertencia de esta singular mecánica que estoy señalando y sobre la que estoy advirtiendo.
Pero, si con ánimo y hálito verdaderamente científico nos dedicamos a observar los sucesos de todos los días, tendríamos un vasto conjunto de datos para obtener mis mismas conclusiones:
  • Veamos, por ejemplo, el caso de la maquinita de afeitar: a quién no se le “cayó” desde la base del espejo este adminículo cortante, pero no en un breve desplazamiento hasta la misma jofaina del agua, sino en un salto olímpico de varios centímetros de modo que el artefacto finaliza, a veces hasta desarmado, en un rincón alejado dentro del baño, preferentemente detrás de otros artefactos sanitarios que dificultan su hallazgo y rescate; cuando no, en su interior. Más de una vez, hemos asistido a nuestros compromisos con el rostro mal rasurado, rogando su inadvertencia por parte de los otros, porque no hemos podido hallar la máquina…! ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • Otro caso similar ocurre con todo aquel mobiliario útil para el reposo sentado, pero especialmente son las sillas las que encabezan esta actitud cinética. No se sabe cómo, pero cuando nos ponemos de pie para interrumpir nuestra sentada, la silla que hasta hacia pocos instantes nos había sostenido dócilmente, e inclusive nos había ofrecido el placer del descanso cómodo, pega un salto vertiginoso hacia atrás, cayendo de espaldas —si las tuviera— y, agregando al fenómeno, el breve estruendo de la madera o el metal estallando contra el piso, desparramando por el mismo los objetos depositados en su respaldo: sacos, carteras, sombreros, etc. etc. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • También hemos registrado acontecimientos de la misma índole con las llaves. Especialmente las de la puerta de casas, que le suman al extraño fenómeno cualidades particularmente fastidiantes, ya que el registro de observaciones efectuadas señala con marcada tendencia cuantitativa superior la opción de apertura de regreso al domicilio que las de salida, lo cual implica que los llaveros y sus integrantes vuelan de las manos de sus propietarios muchas más veces al tener que entrar a la casa, que al salir. Este contexto de ocurrencias, se caracteriza pues por la complicación que implica la combinación de datos correspondientes: altas horas de la jornada con poca luz para la visualización, entorno más difuso y heterogéneo que en el interior (baldosas, césped, pozos, plantas, escombros, tachos de residuos, escalones…), estado psicofísico del sujeto exportador de las llaves (cansancio laboral, hambre, sueño, ansiedad por entrar, etc.). aquí podría señalarse al fenómeno en sí mismo cierta dosis de perversión en su suceso. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • Inclusive, ni siquiera las prendas de vestir escapan a las generales de esta ley, que aún no se ha escrito. Y son los gorros y sombreros quienes llevan la delantera en la promoción del hecho, muchas veces escudándose en agentes foráneos y propios del ambiente, como ráfagas presuntas o brisas instantáneas. Más de una vez hemos visto cómo saltaba al vacío y hacia atrás nuestro chambergo, creyendo que el viento lo había arrancado de nuestra mollera… Si en vez de concentrarnos en su rescate nos detuviéramos a mirar a nuestro alrededor comprobaríamos que ninguna hoja de ningún árbol se mueve, que el aire perdura estático como hielo aéreo… prueba y demostración irreversible de nuestra tesis: se disparó al vacío. De todo modos, no os aconsejo que lo experimentéis, pues un chambergo en el suelo suele ser llamativo juguete para los perros, y cuando alcancé el mío ya estaba inutilizado por las babas y mordeduras; afortunadamente, en una liquidación de Tiendas La Piedad logré reponerlo por 29,90 pesos moneda nacional. En fin, uno de esos sacrificios personales que nos impone el sacerdocio de la ciencia! ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal? 
  • En fin, proseguir minuciosamente la descripción de estas acciones nunca consideradas hasta ahora sólo provocaría fatiga al lector, por ende señalemos rápidamente otras innúmeras situaciones cotidianas. Miremos qué sucede cuando en un copetín algún parroquiano desea ensartar una aceituna o cualquier otra grana varia con un palillo; detectemos qué sucede con el comportamiento de picos, martillos y mazas en las fabriles tareas y pongámonos a considerar los índices de mortandad laboral generados por su conductas, horrible y mortal en estos casos; fijémonos en cuán grácil y livianos son en sus saltos los tornillos, tuercas, clavos y arandelas que en el mismo sitio del caso anterior suelen salir de entre los dedos para jugar a las escondidas, generalmente en el peor momento y en el peor lugar. O acaso, nadie de los que esta advertencia lee fue despertado, en la noche y su silencio, por el alboroto de la caída de una biblioteca, estante o libro? Se cae, porque no pueden saltar, una pared y hasta un edificio; se cae un poste, un cartel, botellas, tablados, en fin… en nuestro país desde 1890 hasta cae la bolsa de comercio. ¿No es esto suficiente prueba de una voluntad maquinal?
 Como refuerzo cabría detenerse en aquellos objetos que son ajustados, apernados, aherrojados a un destino definido, y a pesar de todo resisten y rechazan la estática impuesta. Objetos con sostén, como cuadros, relojes de pared, puertas y ventanas, también se incluyen dentro de las cosas aparentemente inanimadas que desarrollan esta conducta saltarina, pero cuyas dinámicas difieren en cuanto a la estructura del propio sustentáculo. Sin viento posible, sin contacto con nuestras manos, allí están los marcos de óleos o retratos y cuadrantes horarios torcidos, en un primer intento por romper la fijación establecida. Permanentemente torcidos… por más corrección y ajuste que efectuemos estos colgantes parecen ser habitantes de un barco en su vaivén invisible. Cuando logran aflojar el clavito de apoyo, ¡zas, se cumple su deseo! Por supuesto que ventanas y puertas no pueden saltar pues sus goznes las atenazan a estructuras fijas como lo son las paredes, pero se las ingenian para efectuar movimientos desapercibidos que son producto de esta conducta móvil y acróbata, no sería la primera vez que oímos de puertas que se abren, o ventanas que se cierran de un golpe sin ningún motivo externo que lo justifique. Está visto que cada ente tiene un estilo de caída o de desplazamiento coherente con su naturaleza o con alguna cuestión que no hemos podido desentrañar por ahora, hemos hablado de salto al vacío, de desplazamiento, de inclinación, de vaivén, de desmoronamiento intenso (paredes, p. ej.) o leves (especialmente en telas y equivalentes).
Por último, es evidente que existe una voluntad maquinal que los humanos desconocían hasta hoy, y de cuyo cuidado y plan de exterminio han sido avisados en este breve tratado.



   
 

martes, 22 de marzo de 2011

Carta a Borges

Entre los ejemplares del epistolario del Licenciado Arístides Consomé existe una carta ológrafa de cuya fecha no existe información, pero que —inspirándonos en su contenido— no resulta difícil ubicar entre la segunda y tercer década del siglo XX. Lo notable de la pieza reside en su interlocutor: casi no quedan dudas de que estuvo destinada a Jorge Luis Borges en plena juventud.
Además, los aportes del filólogo Moisés Ikonicoff y de la paleógrafa Margaret Funkie Thatcher señalaron con fuerte valor de verdad la apropiación por parte de Borges de formas y contenidos para su propio coleto. No se conoce el desarrollo ulterior de este diálogo por correo, pero sí quedó confirmada la concreción del encuentro que se menciona en el final.

ESTIMADO AMIGO GEORGY:

Espero que al recibo de ésta te encuentres bien de salud, yo por aquí bien.
Habiéndome anoticiado de tu estadía en la casaquinta de Adrogué te quise enviar esta salutación fraterna desde los campos cercanos de Ministro Rivadavia, adonde veraneo en la estancia de nuestro común amigo Emilio Bernasconi, a quien recordarás seguramente de aquel paseo por los fundos  de tu tío Álvaro Melián —en la República del Uruguay—.  ¡Qué épocas aquéllas! ¡Qué manera de cebar mate tus tías y qué gracejo estilizado el de tus primas…!
Hoy como en aquella oportunidad estoy aquí, en medio de la pampa húmeda, un tanto refugiado de tanto atroz frenesí del mundo social y político que nos ahoga. ¡Demasiado agitamiento para una actividad que como la nuestra requiere de la pacífica calma y del silencio envolvente! Ese zumbido protestón y rebelde que invade nuestros espacios cotidianos, promovido por esta horda amorfa que vocifera a voz en cuello, me retumba en la caja craneana, cerca del occipital. Muchos de ésos no son más que imberbes que no han sentido el escarmiento de la ley y la justicia, y que siguen —según pude entrever— a un enigmático líder, asaltante de comisarías, identificados por arrugadas y viejas boinas blancas.
Por suerte, aquí reina la paz y el campo me invade con sus efluvios naturales y frescos. La casa está prácticamente sola, a mi disposición, y el trato que recibo por parte del mayordomo y el ama de llaves no podría ser mejor ni más completo. Afortunadamente no ha llegado aquí ese retintín de socialismos anárquicos o cosas herejes, y la peonada muestra a diario su obediencia y sumisión. ¡Nada que ver con los reclamos y las exigencias de esas desaforadas masas callejeras, que ponen en riesgo nuestra integridad y patrimonio! ¡Esta gentuza es tan insolente que se han autodenominado radicales! ¿Puedes creerlo, Georgy? He hablado con más de uno en varias oportunidades, intentando indagar el porqué de su actitud antisocial, y nada he podido concluir. Algunos no parecen malas personas, pero de todos modos están allí mezclados en esa turba vibradora. He llegado a una conclusión: ¡los radicales no son ni buenos ni malos, son incorregibles! No puedo colegir otra cosa.
Si te animas, Georgy, puedes venirte en el tílburi hasta el cruce con la calle larga donde he descubierto una de esas viejas pulperías que tanto nos atrae. Allí podríamos departir mientras saboreamos una de esas bebidas que ingiere el populacho (caña, ginebra, aguardiente…) y de paso analizamos esas extrañas psicologías. El lugar no es tan desagradable, el dueño —un vasco muy cerrado— la ha pintado hace poco siguiendo el ejemplo de la casa de gobierno. Eso sí, deberíamos ir disimuladamente armados pues por lo que me dicen suelen promoverse algunos desbarajustes de padre y señor mío.
Muy probablemente allí encontremos más datos de un interesante caso que me narraron la otra noche sobre dos hermanos que residían aquí cerca y que trabajaban de troperos hacia el oeste. Parece que ambos convivían con una sola mujer pero sin consentirlo… ¡un caso raro!: partía uno con su tropa y el otro se quedaba, disfrutando el descanso. No sé qué sucedió en esta hipocresía aceptada, pero la cuestión que todo terminó en una trágica situación de sangre. Está muy atractiva… ¿no lo crees, Georgy?
Aguardo tu respuesta amistosa y espero con entusiasmo tu visita personal para compartir algunas horas de charla.
Te abraza y queda a vuestra entera disposición:
Arístides Consomé
R.S.V.P.       

lunes, 7 de marzo de 2011

UN CURSO DE VERANO…
El Licenciado Arístides Consomé tuvo una prolífica actividad a lo largo de su extensa vida, pero la lucidez y la contemporaneidad del siguiente artículo, aparecido en un pasquín infecto que cuestionaba el orden social y convocaba a la anarquía, provocaron —y aún provocan profunda controversia entre sus casuistas y hermeneutas—. No hay prácticamente piezas del Licenciado que analicen cuestiones del siglo XXI, y dada su avanzada edad es prácticamente improbable asignarle autoría a este breve texto, pero lo cierto e incontrastable por ahora es que entre sus gruesos bibliorato surgió un manuscrito cuya letra fue analizada por peritos calígrafos y perritos grafólogos que no pudieron desmentir ni negar la pertenencia al Licenciado Arístides Consomé. ¿Será de Dios que el Licenciado escribiera aun desde su sepulcro para proseguir en su tarea de echar luz sobre los ojos enceguecidos de la humanidad?

E
l Director de este panfleto no tuvo mejor idea —en vez de pagarme el aguinaldo— que mandarme a hacer un curso de capacitación, ¡en pleno enero! Ahí fui: Instituto Superior de Perfeccionamiento Humano, curso “La psicología aplicada a la vida”. Imagínese Ud., señor lector, lo que fue atravesar las calles de la ciudad a las tres de la tarde… Pero asumiendo mi abnegada cuota de entrega y sacrificio en pro del progreso y desarrollo de la Humanidad Occidental y Cristiana, ahí estuve las seis clases tomando mis apuntes. Hubo lecciones de todo tipo y para todos los gustos con asignaturas como: Psicología transversal, Lingüística cognitiva y de la otra, Propedéutica epistemológica y dispepsia, Virulencia social y televisión argentina, Metalurgia y herrería… En fin, una amplia variedad, de la cual hice mi síntesis personal y ofrezco aquí mi primer producto intelectual: un resumen de mi trabajo práctico final (aprobado por supuesto):

EL “DIUS” (DISPOSITIVO INTRAUTÓPICO-SOCIAL) Y EL SER HUMANO
La mujer y el hombre en las cuatro décadas
Dedicado al enólogo Arjona
Ha quedado en claro que la red social está rota y que no se consigue repuesto. Antes —recuerdo cuando niño— la familia sacaba la mesa a la vereda y allí cenaba buscando el refresco nocturno con total tranquilidad y familiaridad sociales. Durante la sobremesa entreverada de los mayores, los culillos jugaban de esquina a esquina hasta que las velas no ardían.
No había necesidad de pedirle una mano al vecino porque se descontaba que uno ya la tenía asegurada. Esta primera etapa de mi Lucubración Lujosa de hoy podría bautizarse con el nombre de una antigua conducta, ya extinguida desde hace años, y que en el diccionario aún figura —si bien como arcaísmo— con el extraño término de solidaridad. Según se cuenta, era común que un vecino cayera para ayudar en la melesca, un pariente se quedara el fin de semana colaborando con la instalación eléctrica, un amigo arrimara unos pesos para engordar el presupuesto exiguo… En fin, cosas que dicen. Es la época de las expresiones: amigazo, cumpa, gauchada, la barra (de la esquina, por ejemplo), una mano lava a la otra…, hacer una vaca, hoy por ti mañana por mí, dar una mano…
Luego ingresamos en una época caracterizada por una fuerte suba de la autoestima autónoma, independiente. El grupo y su valor le dieron paso al individuo y sus bienes. A esta segunda etapa, que se inicia levemente hacia mediados de los ´70 la podríamos bautizar con otra conducta, que no ha desaparecido como la anterior, pero que adquirió multipluralidad de formas y ha comenzado a declinar como Tarzán con gripe. Me estoy refiriendo por supuesto al individualismo, esa doctrina social que ya en los ´80 tomó perfiles singulares. Al calor del desarrollo social de la época ya la necesidad y demanda de delinear un perfil personal, propio y singular, algo que nos alejara del rebaño (a propósito: ¿conocen el chiste de la oveja cheta y el rebaño? Bueno se los cuento otra vez, porque si no el jefe me tira la bronca). Había que aprender a bailar a lo Travolta para tener estilo propio y sobresalir sobre la gilada, nacía el aerobic para moldear el cuerpo propio tan olvidado hasta ahora y de esa manera tener una silueta singular, se imponían los video-juegos (individuales, por supuesto) por sobre los de mesa (grupales, por supuesto), y sobre todo ya no importaban tanto los partidos políticos sino sus candidatos, los hombres y las (pocas) mujeres que se ofrecieran como postulantes. Es decir que el valor que antes residía en el grupo quedó ahora en el individuo. Es la época de las expresiones: el silencio es salud, no te metás, algo habrá hecho, loco, careta, transa, break dance, deme dos (1ª versión), persuadir, tirame las agujas, hacé la tuya, darse cuenta, hacete cargo…
Así las cosas hasta que llegaron los ´90 con su nueva impronta de relación social, y ahora el nombre clave para bautizar esta etapa es la conducta social conocida como el aislamiento. Intensificado el individualismo, cada uno agarró para su lado y se aisló del otro. Fuimos islas caminantes. En lugar de la radio nos calzábamos los walk-man, había que tener tu autito chico y picador, era imperioso hacer un viaje de placer (solito por supu), se imponía la filosofía del sálvese quien pueda, estaba de moda irse a vivir solo, se concretaba el negocio propio, se aspiraba a la jubilación privada, para hablarle al prójimo se divulgaban los teléfonos móviles (aunque lo tuvieras a tres metros de distancia), se promovía la desaparición de la nación, se divulgó la filosofía del zafe. Es la época de las expresiones: te conviene, nada se pierde con probar, alentemos la competencia, el que viene atrás te sopla la nuca, no podés quedarte/dejarme afuera, de qué ética me hablás?, deme dos (2ª versión), zafé justo, Fulanito la hizo bien…
Y bueno… ya estamos en el siglo XXI, por suerte tenemos otra realidad, totalmente diferente de este pasado atroz que nos tocó vivir. Ya no hay una conducta que defina la época, porque en realidad la palabra requerida expresa precisamente la ausencia de conductas: el autismo. Así es, el paso adelante que nos pedían en los ´90 lo hemos dado desde el aislamiento al aislamiento extremo, y eso está muy cerca de lo que hace el autista. Por supuesto que tiene sus ventajas: convencido de la riqueza de su mundo interior el argentino de hoy no tiene necesidad de entablar vínculo con el otro, encerrado en sí mismo y en su visión del mundo goza de una felicidad y alegría profundas, reducido su entorno a la franja de dos metros por donde transite desconoce la angustia existencial de una realidad que ofrezca tensiones, conflictos y contradicciones. Si la época de aislamiento podía graficarse con un archipiélago, donde cada isla era un argentino, ahora, en la época del autismo, la imagen sería parecida, pero sin el mar, sin el medio que podía poner en contacto una isla con otra. Ahora no hablamos por el celular, sino que mandamos mensajitos de texto, y con códigos tan personales que parecen mensajes cifrados de la segunda guerra mundial, chateamos con nombre falso y con desconocidos como para purgar la necesidad innata de comunicación, salimos de farra y en el mejor de los casos me traen a la casa pero no sé qué hice, con quién, cuándo, cómo, dónde, para qué y sobre todo ni sé quién soy hasta la tarde siguiente, adoramos a Charly pero no por su música sino porque anhelamos ver como se destruye en público. Es la época de las expresiones: mnmbbrna birra, ¡ha!, ¡berp…! je je…, drrupmm… nmmnllmjjrr jjrr jjrr, sí creshtina! Hic!, pdrrrmmm ¡pah! …la cebolla, ¡qué orto, mamá!, prendé prendé la tele que ya empezó tinelli, no boludo dejá a Susana, borráte hermano/a…
Por último no cerremos nuestra Lucubración Lujosa de hoy sin antes advertir que como este texto ha sido redactado en esta última etapa descripta es muy probable que por mi autismo no logre yo ponerla en contacto con otro, o bien esos otros merced a sus respectivos, propios y singulares autismos no descubran nunca la existencia de la misma, a pesar de tenerla frente a sus ojos.
Nos queda una cruel pregunta que hacernos, si la evolución histórica del argentino consistió en la derivación solidaridad à individualismo à aislamiento à autismo, como decía Pepe Biondi ¿qué nos deparará el destino?